Las cosas se estaban poniendo muy feas entre dos grupos, hasta el punto de que se habían ordenado asesinatos. La policía afirma que los evitó gracias a las detenciones realizadas en noviembre.
Resulta que, según la información policial, a finales del 2017 un nuevo "ladrón de ley" se instaló en la Comunidad Valenciana porque el líder hasta entonces en esa región no podía controlar todas las zonas de influencia y las modalidades delictivas. La policía afirma que el recién llegado disponía de un estatus superior en la pirámide de la banda "y no respondía ante la estructura criminal establecida".
La organización, parece, se partió en dos y ambas facciones convivieron sin tensiones en un principio, pero el nuevo jefe de Valencia fortaleció poco a poco su poder frente a los líderes georgianos. Uno de estos quería retomar el control y envió a Levante a un hombre de confianza para que dirigiese las células. La guerra estaba servida y ambos grupos acopiaron armas. El operativo de noviembre frustró los crímenes.