Hace "tres o cuatro años" Albert Rivera llamó a Javier Nart, veterano abogado, periodista, viejo socialista, para ofrecerle un puesto en las listas de las elecciones europeas, y Nart dijo que vale, pero para figurar en el último puesto, algo simbólico. Y acabó primero pero, según sus cálculos, aquello no tenía visos de triunfar. Se quedaría sin escaño y santas pascuas. Pero no. Es eurodiputado de Ciutadans (Cs) y, por lo que desgranó el jueves en un acto en Les Arenes, parece muy convencido del mensaje de la formación naranja, depositaria de aquello en lo que Nart creyó siempre: la sociedad por encima de la construcción de la nación ficticia, los valores de la unidad, la solidaridad y la igualdad "como tres lados de un mismo triángulo ético".
El eurodiputado repasó de forma sucinta (es un decir, dada su locuacidad probada) su llegada a Barcelona desde Vizcaya con 18 años, su entrada en la universidad, su impulso para crear un sindicato democrático, sus detenciones y presentaciones ante la temible brigada político-social, cuando Franco lo llamaba antiespañol, cuando no vio a nadie de su edad de los que ahora enarbolan la bandera independentista: "Entonces no los vi nunca. Ni estaban ni se les esperaba defendiendo a Catalunya. Seguramente hicieron una resistencia cojonuda en su comedor". Porque lo de la lucha masiva contra el franquismo es una falacia, una filfa, un mito: "El franquismo hartó, pero en contra éramos cuatro y el cabo".
Nart se vinculó a los socialistas del PSP, que se creían "la crema de la crema de la sobrecrema", luego al PSOE y al PSC, "que se fue transformando en algo profuso, difuso y confuso", en un partido del que desapareció poco a poco el alma PSOE al tiempo que se difuminaban la "P" y la "S" hasta devenir mucho más pequeñas que la "C". O sea, poco socialismo y mucho catalanismo. Era (y es) el PSC, según Nart, un partido "que cada mañana se levantaba a ver si era lo suficientemente nacionalista" y Pujol le concedía un aprobado. Para ser miembro de un partido convertido en el ala izquierda del pujolismo, mejor meterse directo en Convergència. "Y yo no pintaba nada en Convergència, así que me fui a casa". Hasta que Rivera lo llamó.
El abogado no escatimó ataques al nacionalismo, "la Biblia, la religión verdadera". Y si él, Nart, no cree en la Biblia, cómo va a creer en Pujol, dijo. El proyecto nacionalista es excluyente, añadió: "Nos quieren excluir de su paraíso beatífico, de su santísimo ombligo".
Hace trece años se gestó Cs, fundado por "gente rara, harta de la viscosidad nacionalista". Primero obtuvo tres diputados, luego nueve, y el pasado 21 de diciembre ganó las elecciones catalanas.
Lo evidente
Cs nació "fundamentalmente para luchar por lo evidente, para decir que Catalunya somos todos". Para combatir "el supremacismo excluyente y xenófobo", para decir alto y claro que la realidad social es más importante "que las embajadas patéticas", diseñadas como entidades clientelares "para decenas de miles de personas que así justifican su existencia". El diputado europeo reconoció que el nacionalismo ha desplegado "un enorme trabajo" en tejer esas redes "ante el silencio de quien debía oponerse".
Nart defendió la "necesidad de la convivencia", que no consiste en comulgar con ruedas de molino sino en admitir que toda opción es posible "siempre que no signifique exclusión ni supremacía". El espacio público es de todos, no sólo de los catalanes "del lazo amarillo". También, "de los que estamos hartos de estar hartos", de los que quieren construir sociedad antes que construir nación.