El Jaume Cabré más melómano ha iluminado hoy el nacimiento de la Academia Catalana de la Música en un acto que ha tenido lugar en el CCCB en la víspera del Día Europeo de la Música.
Cabré ha leído un texto que ha titulado “Preludio para una academia” en el que ha desgranado su relación tanto personal como literaria con la música clásica.
“Hablar de la música en presencia de la gente de la música es una temeridad”, ha señalado en el inicio para aclarar a continuación que hablaría de la música en su obra.
En un juego de palabras, el escritor catalán ha dicho que no concibe su obra sin música, ni su vida sin su obra literaria, para después apuntar que vida, obra y música se entrelazan y se confunden en su caso.
Cabré ha confesado ante el auditorio, poblado por representantes del sector: “vosotros músicos, me dais una envidia inenarrable” y a continuación ha atribuido la presencia de la música en sus obras a una “frustración”.
El escritor se ha referido a Miquel Llansana, el periodista cultural que protagoniza “L’ombra de l’eunuc”, de “gran sensibilidad y que por su profesión conoce personalmente a grandes músicos”.
Cabré ha evocado su primer viaje a Londres con su mujer Margarida, donde lo primero que hicieron “no fue ir al British Museum, a la Tate Gallery, a la Torre de Londres o Picadilly Circus, sino a la iglesia de Saint Martin in the Fields, donde encontraron “un vacío musical”, pues es un lugar de culto.
Sin embargo, ha añadido, coincidieron con el Royal Festival Hall y consiguieron, por fin, escuchar a la Academia de Saint Martin in the Fields, “y veinte años después el Royal Festival Hall entró a formar parte de esa novela ‘L’ombre de l’eunuc'”.
La música ha formado parte de la narrativa de Cabré como él mismo ha anotado: en “Fra Junoy o l’agonia dels sons”, en la que la música ocupa un lugar destacado; el libro de narraciones “Llibre de preludis”, atravesado por el personaje de Claude Debussy, pero también por un músico estudiante de vampiro, Luwosky; o “Senyoria”, un homenaje a Maria Aurelia Capmany, por cuyas páginas transitan Ferran Sor o Schubert”.
En el propio proceso de escritura Cabré también se rodea de música clásica como las sonatas de Schumann que le acompañaron en la escritura de “Jo confesso”.
Ha asegurado Cabré que “además de clarinetista y pianista”, le habría gustado “ser compositor”.
Se ha dirigido a los músicos con admiración cuando les ha espetado “tocáis la belleza” y “tenéis el don de conmocionarnos”.
Idealizar la música es, a su juicio, sencillo, pero “ser músico es mucho más difícil”, ha concluido antes de pedir “libertad para los presos políticos y el retorno para los exiliados”.