Desde la entrevista que me publicó este diario el 17 de enero de 2009, y que relataba mis impresiones y previsiones, hechas más de un año antes, sobre la situación y el futuro que nos esperaba, han pasado casi diez años. Fueron opiniones duras que contradecían las declaraciones oficiales, desde donde se nos dibujaba un panorama casi idílico, frente a la trágica situación que pocos preveíamos. Si a lo largo de estos diez años mis numerosas e intermitentes notas publicadas en estas páginas han sido, en su mayoría, poco complacientes con nuestros políticos, hoy en día da la impresión de que sus señorías están queriendo ensayar un “más difícil todavía”.
Poco pendientes de los problemas reales del país, con medidas a veces contraproducentes, un constante “y tú más” en la larga carrera de aparición de actuaciones delictivas, enmarañamiento del resto de poderes que no han evitado su contaminación y, en los últimos días, cuando han empezado a aparecer las sentencias del caso Gürtel, con las implicaciones del partido en el gobierno, sus señorías han entrado en una dinámica que parece dirigida, más que a derribar al Gobierno, a terminar de desestabilizar el país, embarcándonos en una especie de ruleta rusa, ante la que resulta imposible hacer previsión alguna.
De momento, a quienes parece haber gustado la salida del señor Rajoy es a las grandes empresas del Ibex, siendo muy sintomática el alza de sus cotizaciones desde el primer minuto. La composición del hemiciclo no es buena para generar confianza en “los empresarios de verdad” y si gustan, por lo general, a los fondos de capital riesgo, casi exclusivos inversores en los últimos tiempos.
Éstos nos han dejado sin gran parte del sector aceitero, incluyendo las más prestigiosas marcas italianas y españolas, después de haber soportado las pérdidas de la sociedad que las poseía, las pérdidas por diferencia de cotizaciones, etcétera, financiadas con cargo a la deuda pública, vía ayudas bancarias y contra lo expresado por el ministro de turno, que al final facilitó la operación cediéndoles la participación de la SEPI.
No son pocas las empresas que están pendientes de un hilo (bancario), empresas muy competitivas a nivel internacional, con una cartera de pedidos creciente, como son Abengoa y Duro Felguera, de las que no me extrañaría que, una vez saneados sus balances, sean compradas también por el capital riesgo, igual que lo han sido recientemente las dos joyas cotizadas que aún nos quedaban en Catalunya, en estos casos, en compañía de dos grupos nacionales, más aficionados a la operación especulativa que a la creación de riqueza.
Bruselas ya ha hecho las correspondientes advertencias, anunciando que si se aprueban definitivamente los Presupuestos en curso se deberán hacer graves ajustes para que nuestro déficit no salte por los aires. Y luego veremos más de lo mismo: cómo Bruselas sólo pone énfasis en reducir el déficit, una vez más, vendrán los incrementos de impuestos, los recortes en lo más básico y el mantenimiento, si no incremento, del despilfarro oficial.
Aquellas duras declaraciones que me publicó este periódico en enero de 2009, y que constituían mi visión del país a finales de 2007, con la cual hice las previsiones sobre 2008, que merecieron el Premio al Mejor Analista de ese año, me hacían prever una larga duración de nuestras penas.
Han pasado diez largos años y, a pesar de mi pesimismo, pensaba entonces que serían suficientes, no para volver a nuestra situación anterior, quimera imposible, sino para que nuestros políticos se esforzasen en rectificar los más graves errores, planificar un futuro más viable y ser austeros, empezando por ellos mismos, por el aparato políticoburocrático que tenemos y por esas más de cuatro mil empresas públicas tan inútiles y ociosas como cobijo de privilegiados.
En cuanto a medidas financieras, aparte de vender todo aquello que aún poseía el Estado, de enterrar a las cajas de ahorros, atropelladas por el mundo político, se hizo mal también el apoyo a la banca a fondo perdido, mientras se les permitía repartir dividendos en vez de empezar por que el primer apoyo fuese hecho con cargo a los recursos propios, y en su lugar se les dejó incluso repartir dividendos.
En el año 2008, un barómetro tan fiable como la recaudación por IVA descendió muy por encima del treinta por ciento, mientras se hacía público un descenso del PIB de la décima parte, al mismo tiempo que nuestra deuda pública tenía y sigue teniendo saneamientos pendientes, compromisos firmados, empresas públicas no consolidadas y alfombras que levantar, que hubiesen llevado la cifra a no poder evitar la intervención. Desde entonces no ha parado de crecer y, contabilizando ortodoxamente, lo que equivale a añadirle a la publicada todos los compromisos no reflejados, pasaríamos sin duda del billón y medio.
En conjunto, diez años de suspenso absoluto para nuestros políticos y el sector público. Han dedicado su tiempo, básicamente, a sus trifulcas, luchas por el poder, enmarañamiento del resto de poderes y continuidad en sus prebendas y el despilfarro. En su negativo balance habría que incluir la desaparición de las cajas, una riqueza estimable pocos años antes, la venta de cuantas empresas seguían siendo del Estado, fundamentalmente para rebajar el déficit, el incremento de costes de todo tipo de obras y servicios, no sólo por el importe de sus mordidas sino por el de toda la cadena de intermediarios…
Por el contrario, el sector privado, tanto a nivel familiar como las empresas no contaminadas por la corrupción, ha tenido un comportamiento ejemplar, apretándose el cinturón, no sólo para atender mayores impuestos, incrementos de costes de servicios, etcétera, sino que ha conseguido rebajar su endeudamiento.
Por lo demás, entre la adulteración de datos oficiales como el PIB, las abultadas cifras de deuda pública que deberían estar contabilizadas como tal y no lo están, aquel maldito decreto-ley 10/2008, por el que se permitió a las empresas arrastrar costes incluso en bienes que habían dejado de existir -especialmente en el sector inmobiliario-, y los secretos decretados por el Banco Central Europeo, por lo que hace a los dos mayores agujeros mundiales del sector bancario: Popular-Santander hispanoamericanos y Deutsche Bank, el que suscribe, dentro de que las dolencias que padece son graves, se considera afortunado de no tener que intuir dato alguno, dada la imposibilidad de conocer datos fiables, herramienta indispensable en esa profesión.
Las constantes sorpresas, como la moción de censura ganada contra el señor Rajoy, por un puzzle de partidos que difícilmente podrán tomar acuerdo alguno, aun con la última sorpresa del señor Sánchez, montando en cuatro días un Gobierno de relumbrón y seguramente muy válido (sospechosa la rapidez y capacidad de convicción), no evita que con sus 84 votos, teniendo enfrente al resto de la cámara, la mayoría especialmente irritados, se pueda llegar muy lejos.
Seguiremos condenados a la falta de seguridad y confianza, tan necesarias para atraer empresarios de verdad y empleos de mayor duración.