“Él no puede contar lo que pasó”. Él es un niño autista de 8 años. Lo que pasó fue que la semana pasada cayó por una ventana de la escuela especial Fàtima. Se precipitó desde unos cinco metros de altura. Su cuerpo atravesó un tejadillo de plástico de un porche e impactó con el suelo del patio. A tenor de la altura, pudo sufrir mucho mayor menoscabo del que sufrió: en Mútua le diagnosticaron politraumatismo y herida incisa contusa. La familia del pequeño ha presentado una denuncia judicial.
“Hemos tenido suerte”, dice Bakoray Ceesay, el padre del crío. “Un médico nos dijo que la caída pudo ser mortal”, añade. Bakoray asegura que el estado emocional de su hijo “ha empeorado” desde el incidente, que “tiene miedo” y que su familia “ha perdido la confianza” en la escuela y busca otra de similares características. “Queremos que se tomen medidas para averiguar qué ocurrió. Para que no vuelva a pasar”, recalca el padre, convencido de que su hijo estaba solo cuando ocurrieron los hechos, cuando se encaramó a la ventana y se precipitó. El servicio de Educación del Ayuntamiento, que gestiona la escuela, lo niega.
Bakoray es originario de Gambia. Llegó a España en el 2003. Primero se avecindó en Mataró, luego en Manresa, donde nació su primer hijo, y luego recayó en Terrassa, donde su mujer alumbró a dos retoños más que ahora cuentan 5 años y 1, respectivamente. El niño estudiaba en un colegio público, el Agustí Bartra, pero la familia recibió la recomendación de trasladar a su hijo a una escuela de educación especial, a Fàtima. Sufría autismo. “Le afecta a la comunicación, al lenguaje. A veces grita”. La familia reside en Ca n’Anglada y cada día llevaba al chico a Torre-sana, donde un autobús lo recogía para trasladarlo a la calle de Vacarisses, en el Pla del Bon Aire, donde está radicada la escuela.
El jueves 3 de mayo, a eso de las 11.30 de la mañana, el niño estaba en un aula, en la primera planta. Y cayó por una ventana. Ese es el hecho en términos fríos. “La sala es pequeña, con cosas, con obstáculos, no se puede correr. ¿Cómo pasó?”, pregunta el padre denunciante. “Cuando fui a la escuela a pedir explicaciones me dijeron que mi hijo estaba con un logopeda y que había puesto una silla junto a la ventana y saltó. Si hubiera pasado eso, hubiese caído de cabeza. Cayó de pie. Quizás se subió a un radiador junto a la ventana. Creo que no había nadie con él”.
Un collarín
La madre recibió la llamada del director del colegio. Su hijo había caído desde un primer piso. Lo habían acompañado varios docentes al hospital MútuaTerrassa. “No llamaron a la policía”, critica Bakoray. Al crío le pusieron un collarín y una tabla espinal. Pasó una noche en observación, salió, sus padres lo volvieron a llevar a Mútua al día siguiente porque tenía fiebre y durmió otra noche en ese hospital.
“Consideramos que lo ocurrido es muy grave”, comenta el progenitor. Un portavoz del servicio municipal de Educación desmiente que el niño estuviese solo aquella mañana: “Se encontraba con un logopeda en una atención personalizada”. Estaban, pues, alumno y técnico en un aula cuando, acabada la sesión, se dispusieron a recoger efectos empleados en aquel trabajo de logopedia, según la versión ofrecida por el Ayuntamiento. La ventana estaba abierta, pero sólo dos dedos. Seguramente el chaval la acabó de abrir. “El logopeda no tuvo tiempo de reaccionar”, asevera el portavoz municipal antes de subrayar que las instalaciones de Fàtima “cumplen todas las normativas” y que la altura de la ventana es “la habitual”. El centro alertó al 112. Llegaron dos ambulancias. “La tutora acompañó al niño a Mútua y luego acudió el director”.
El alcalde, Alfredo Vega, llamó a la familia. Los padres, dice el Consistorio, “han sido atendidos en todo momento, desde la propia escuela y desde el servicio de Educación. Y seguimos a su disposición”. La administración recopila información “para esclarecer las circunstancias del hecho”, pero está convencida de que fue “un accidente desafortunado”. Un susto “que nos ha afectado a todos”.