Opinió

Doctrina

El Ministerio de Educación ha ordenado a la Generalitat que investigue y depure responsabilidades en su caso, la denuncia sobre adoctrinamiento que según la madre de una alumna se ha llevado a cabo en ese centro educativo terrassense. El Montserrat Roig es uno de los veinticuatro centros escolares catalanes señalados por el ministerio como lugares de adoctrinamiento independentista, listado en el que también aparece la Escola Rosella de Viladecavalls. Probablemente la palabra que debe regir ante la situación creada en torno a estos colegios sea la de cautela. También en una tesitura como esta debe primar la presunción de inocencia y analizar exactamente qué situación se está produciendo.

En lo que al Montserrat Roig se refiere, nos encontramos ante la denuncia de una sola persona y no se ha tenido acceso a ella desde el centro para comprobar en qué términos se expresa. Parece ser que habla de la convocatoria de paros, aunque al menos dos de ellos estaban convocados por los propios alumnos del centro. Es cierto que durante algunas semanas hubo pintadas y pancartas en las paredes del instituto en las que se podían leer lemas como “Democracia y Libertad”, en torno al 1-O, que se retiraron precisamente, se dice sede el centro, para evitar polémicas ante las quejas de algunos padres. Habría que determinar si esas pancartas fueron colgadas por alumnos o por profesores del centro, pero lo importante es saber de qué forma y por parte de quién, asegura la denuncia que se está llevando a cabo el adoctrinamiento en el instituto terrassense para que se compruebe rigurosamente la veracidad de la queja.

Sin ánimo de quitar hierro al problema, debemos tomar distancia ante la generalización y las opiniones precipitadas. Si se están produciendo disfunciones en la escuela catalana en ese sentido, se deberán corregir, pero no corramos el riesgo de generar una psicosis entre el profesorado en torno al proceso independentista y las denuncias por adoctrinamiento. Seguramente habría que separar lo que es adoctrinar, esto es, inculcar sobre los alumnos un ideario determinado, de lo que sería promover el debate abierto ante un fenómeno que nos rodea y de cuya influencia es imposible abstraerse.

Es cierto que la escuela no puede ser un lugar en el que se condicione el pensamiento de los alumnos en beneficio de un sesgo determinado, pero no es menos cierto que la escuela no puede ser una burbuja en la que se aisle a los alumnos de los debates de la calle. Precisamente, la promoción del espíritu crítico entre los alumnos es uno de los objetivos que debe presidir la esencia formativa de la escuela.

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