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“Lo más difícil viene ahora” 

El pasado domingo, Oriol Alcaraz (48 años) consiguió uno de los más grandes éxitos de su trayectoria como entrenador. Y lo hizo en el club que ayudó a fundar hace 30 años, en 1988. Tras ganar por 2 a 1 al Jolaseta en el Estadi Martí Colomer, este barcelonés afincado en Terrassa logró el hito de llevar al club de su vida a la máxima categoría del hockey español, una División de Honor en la que se estrenará con el Línia 22 la próxima temporada. Sostiene que no han llegado a la élite para estar uno o dos años, sino para quedarse.

Imagino que el pasado domingo fue uno de los días más felices de su vida.
Por supuesto. Cuando fundamos el Línia 22 hace ya 30 años no podíamos ni imaginarnos que llegaríamos a situar al equipo en la División de Honor. Y haberlo conseguido después de realizar una temporada tan buena en todos los sentidos es una satisfacción enorme. Tanto para mí como para todos y cada uno de los integrantes del cuerpo técnico y de los jugadores. Y para el club significa un impulso importantísimo a todos los niveles.

En realidad, usted ha conseguido dos ascensos en las tres últimas temporadas. Hace dos años subió al equipo de Primera División a División de Honor “B”.
Así es. Me hice cargo del primer equipo hace tres temporadas. Junto al staff técnico fuimos poniendo las bases para que el equipo creciera y pasara de ser un grupo de amigos que entrenan un poco y se juntan para jugar el sábado a convertirse en un equipo que se lo toma en serio y tiene aspiraciones reales de pelear junto a los mejores.

¿Cómo fue cambiando este modo de funcionamiento del equipo?
Me encontré con un equipo que vivía el hockey de una forma lúdica, que funcionaba como un grupo de amigos y lo he ido convirtiendo en un grupo profesional. Conseguimos cambiar los hábitos de trabajo. Les hemos inculcado disciplina, perseverancia. Se han dado cuenta de que tienen que ser atletas y entrenar más y más duro.

¿Cómo se visualizan esos cambios?
En el hockey, si quieres estar arriba, debes mantener una seriedad y una regularidad. Es cierto que no podemos tratar a los jugadores como si fueran profesionales, porque no lo son. Todos tienen su trabajo o sus estudios. Pero sí les hicimos ver poco a poco que debían cuidarse más, ir más al gimnasio, no perderse ningún entrenamiento. Ahora el hockey es una parte importante de sus vidas. Esa es la única forma de que un grupo de chicos jóvenes se convierta en un equipo de primer nivel.

¿Dónde está el secreto del éxito?
En que cada jugador analice por sí mismo como puede mejorar y lo haga. Y a partir de entonces, esa mejora se convierte en algo grupal. En el Línia, todos juntos han aprendido como mejorar como equipo. También hemos cambiado la metodología, con aspectos más teóricos y técnicos sobre el juego.

Póngame un ejemplo.
En estos momentos, el equipo es capaz de manejar cuatro sistemas tácticos diferentes en el transcurso de un partido. Responden como un equipo sólido. Una cosa es entenderlo y otra ponerlo en práctica sobre el campo. Esa es la clave. También hay que decir que todo esto ha sido posible gracias a que la junta directiva nos ha dado libertad para poder trabajar.

¿Está satisfecho con la temporada que están realizando sus jugadores?
Sí, pero subo pensando que hemos dejado escapar seis puntos por falta de compromiso o de preparación. Y eso en División de Honor no puede suceder. En algunos partidos nos ha faltado gente. Y ahora necesito veinte jugadores totalmente comprometidos con el proyecto.

Antes de entrenar al primer equipo del Línia 22 usted era ya un técnico reputado, que había trabajado en el CD Terrassa, en el RC Polo, en Holanda y en México. ¿Qué le llevó a volver a los orígenes?
Llegó un momento en mi vida en que sentí la necesidad de aplicar en casa todas esas enseñanzas y plasmar todos esos proyectos que había realizado fuera. Yo nací en Barcelona pero veraneaba en Les Fonts y con 24 años me instalé en Terrassa. Después de haber dado muchas vueltas, necesitaba asentarme en el que siempre ha sido mi club.

O sea, seguirá como entrenador del Línia 22.
Por supuesto. Y me gustaría que esta aventura en División de Honor no durara solamente uno o dos años. No queremos ser un equipo ascensor sino afianzarnos en la máxima categoría. Y eso significa pasar diez años en la élite. Si nos esforzamos, podemos conseguirlo.

¿Serán necesarios muchos cambios en el equipo para mantenerse en División de Honor?
Con sinceridad, creo que no. Trabajaremos sobre la base del grupo que ha conseguido el ascenso. De este equipo, unos seis jugadores proceden de nuestra cantera. Los otros han llegado de otros clubs de la ciudad y tenemos también un par de argentinos. Creo que es un buen modelo. No vamos a volvernos locos por traer a nadie. Otra cosa es que algún jugador extranjero se ofrezca y pueda encajar en nuestras pretensiones.

¿Algún jugador les ha comunicado que no vaya a seguir?
Ninguno. Están todos encantados con la posibilidad de jugar en División de Honor, de vivir esta experiencia única que es nueva para la mayoría de ellos. Haber subido es un premio. Todos querrán continuar y alguno nuevo querrá venir.

¿Espera notar mucho el salto a la máxima categoría?
Se trata, simplemente, de subir un peldaño más en toda esa preparación y esa exigencia de la que hablábamos antes. Tenemos que adaptar el proyecto a las posibilidades económicas del club, que son las que son. Nosotros no podemos hacer fichajes. Tendremos que trabajar con lo que tenemos, que es muy bueno. Si los jugadores asumen su nuevo rol y tienen claro que el hockey debe ser una propridad en su vida, lo conseguiremos. Y si alguien no está dispuesto a sacrificarse, tendrá que jugar a otro nivel. Pero también tenemos que ser flexibles. Debemos ser capaces de encontrar un equilibrio.

Ahora viene lo más difícil.
Sí. Como dije el día del ascenso, subir es relativamente fácil. Lo realmente difícil viene ahora. Y es consolidarse en la nueva categoría.

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