Médicos de la Universidad de Barcelona (UB) han demostrado la relación directa entre la enfermedad de Parkinson y un trastorno de la conducta de la fase de sueño REM que aparece en personas de más de 50 años.
Esta relación, que se ha estudiado a lo largo de diez años, se busca ahora reafirmar en un ensayo clínico en el que se facilitará un tratamiento a una población de afectados, para intentar frenar el desarrollo del Parkinson.
Así lo ha explicado hoy el doctor Àlex Iranzo, del Hospital Clínic de Barcelona, junto con los doctores Olide Romero y Gabriel Sampol, del Hospital de Vall d’Hebron de Barcelona, que participan en la organización de la XXVI Reunión Anual de la Sociedad Española del Sueño (SES), que se celebra desde hasta el sábado en la capital catalana.
Más de 300 médicos y profesionales de toda España de la salud de la SES y otras sociedades científicas se han reunido en estas sesiones de trabajo, bajo el lema “Duerme bien, fortalece tu vida”.
Uno de los principales temas que se abordarán en esta reunión anual es la relación existente entre los trastornos del sueño y las enfermedades neurodegenerativas, como el caso de la enfermedad de Parkinson, y también en la del Alzheimer.
En este último caso, se presentará un estudio llevado a cabo por la Universidad de Nueva York y otros centros de Estados Unidos y Canadá, que confirma que la apnea del sueño hace que se genere una mayor carga de depósitos de amiloide en el cerebro.
Esta proteína es el principal biomarcador del Alzheimer, y su acumulación en el cerebro, junto con otros factores, hace que se desarrolle la enfermedad.
“Esto no quiere decir que curando la apnea o el insomnio se pueda prevenir el Alzheimer, pero sí que se podría minimizar su desarrollo”, ha indicado Iranzo, que ha precisado que “estos estudios son muy nuevos, del 2017 e incluso de este año, y abren un nuevo campo de investigación que ya se verá si era el camino a seguir” en esta grave enfermedad neurodegenerativa.
Uno de los autores del estudio de la Universidad de Nueva York es el doctor Ricardo Osorio, que participa en la reunión y que asegura que “hace tiempo que sabemos que el Alzheimer afecta al sueño, pero ahora podemos confirmar también que alteraciones del sueño como la apnea incrementan el riesgo de padecer esta enfermedad. Los trastornos del sueño han pasado de ser un síntoma a un factor de riesgo”, se precisa desde la SES.
En el Parkinson, los investigadores del Clínic y de la UB han demostrado que las personas que sufren pesadillas y reaccionan moviéndose violentamente dando patadas, puñetazos y gritando desarrollan la enfermedad al cabo de cinco o diez años, cuando aparecen los temblores y la rigidez que caracteriza a esta enfermedad.
Iranzo ha considerado que “este trastorno de la conducta en la fase REM es el inicio de la enfermedad de Parkinson y su detección puede permitirnos pensar en instaurar medicamentos para prevenir la aparición de la enfermedad de manera precoz, antes de que se manifiesten los síntomas habituales”.
El seguimiento de un grupo de enfermos constató en 2006 que el 45 % de ellos había manifestado síntomas de Parkinson, un porcentaje que se elevó al 84 % en 2013, mientras el resto aún no lo había hecho pero tenían los marcadores de la enfermedad, por lo que se preveía que también lo harían.
Durante la reunión también se debatirán temas como la nueva regulación europea sobre apnea y conducción de vehículos, las nuevas estrategias de tratamiento online del insomnio, que aún no llegan a muchos pacientes, ha admitido el doctor Sampol, y la coordinación entre las unidades de sueño y la atención primaria.
La doctora Odile Romero ha considerado, por su parte, que no existen suficientes unidades del sueño en los hospitales españoles y que “queda mucho por hacer a la hora de concienciar sobre la importancia del sueño, incluso entre la profesión médica”.
A su juicio, en la atención primaria no se deberían recetar medicamentos hipnóticos a los pacientes con problemas de insomnio porque lo que hacen “es cronificar el problema” y se habría de optar por derivar más a las unidades de sueño, aunque los enfermos deben esperar de tres a cuatro meses de espera para poder tener una primera visita en las mismas.