Mañana tendrá lugar la segunda convocatoria del denominado Parlament Ciutadà de Terrassa. Se trata de una iniciativa que pretende dotar a la ciudad de una nueva herramienta participativa, que empieza a caminar con la intención de no ser un mero lugar de encuentro, sino un espacio de debate público con la intención clara de influir en la toma de decisiones de temas que afecten de forma directa a la ciudadanía. Mañana se hablará sobre vivienda, pensiones, sanidad o educación.
El proyecto es francamente ambicioso y vistas otras experiencias en la ciudad, quizás no deberíamos menospreciarlo en un primer momento. No olvidemos que de proyectos que en su génesis no depararon la menor atención ni ciudadana ni política ni mediática han derivado experiencias que han provocado profundísimos cambios sociales, políticos y también jurídicos. Nos referimos a casos como los de la PAH, que han cambiado de forma extraordinaria la relación de los hipotecados con las entidades financieras e incluso han propiciado cambios legislativos y también judiciales. O, cómo no, la acción protagonizada por la Taula de l’Aigua, verdadero artífice del proceso de municipalización del servicio de suministro de agua en Terrassa, cuando eran contadas las personas que confiaban en que se consiguieran sus objetivos, incluidos medios de comunicación y también partidos políticos.
El reto del Parlament Ciutadà no es fácil pues su objetivo es, en este caso, cambiar la estructura de la participación ciudadana en la ciudad; el eterno debate. Sus impulsores pretenden no sólo generar un foro de discusión, sino un lugar en el que se tomen decisiones para influir, llevar el empoderamiento ciudadano a la mismísima sala de plenos del Ayuntamiento. En primer lugar pretenden que se modifique el ROM, el Reglamento Orgánico Municipal para que las entidades tenga acceso al pleno municipal para hacer oír su voz y materializar sus propuestas.
Habrá que ver cómo gestionan los partidos con representación municipal este nuevo movimiento ciudadano que deberá demostrar no sólo su capacidad, sino también su representatividad. De lo que se trata es de encontrar el punto de equilibrio entre la democracia representativa y la democracia participativa, seguramente el gran secreto de las nuevas formas de participación ciudadana. Las estructuras no se pueden cambiar de un día para otro, pero deberemos estar atentos.