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“El Everest me ha tratado siempre muy bien; me ha permitido ir y volver”

El alpinista de Tarragona Òscar Cadiach, leyenda viva del alpinismo mundial, se convirtió el 28 de agosto de 1985 en el primer catalán en coronar el Everest. 32 años después, casi sin pretenderlo, ha logrado otro reto mayúsculo. Ha entrado en el selecto grupo de los veinte únicos alpinistas del mundo que han sido capaces de coronar los catorce ochomiles del planeta sin ayuda de oxígeno artificial. Ha sido el último en hacerlo, concretamente el 27 de julio del año pasado tras coronar el Broad Peak. Cadiach es el único catalán de un selecto grupo que inauguró el italiano Reinhold Messner en el año 1986 y en el que figuran también los españoles Juanito Oiarzábal y Alberto Iñurrategi. Otros veinte también lo han hecho, como el catalán Ferran Latorre, pero con ayuda de oxígeno artificial. Con 67 expediciones a sus espaldas, Cadiach es una leyenda viva del deporte mundial. El pasado jueves visitó el Centre Excursionista de Terrassa para repasar su carrera y comentar en una sala repleta su experiencia como el primer catalán en completar los catorce ochomiles sin oxígeno.

Durante la conferencia, ha comentado que aprendía muchas cosas de los asistentes. ¿A qué se refería?
Aprendo la sinceridad, la humildad y el saber hacer en diferentes territorios. No olvido que yo empecé en esto de muy joven, con algunas expediciones al Everest con el egarense Narcís Serrat y otros compañeros y amigos.

Han pasado muchos años ya.
Sí. Por aquel entonces nosotros éramos muy jovencitos. Teníamos una ilusión constante. Recuerdo un día que hubo una gran nevada y a Narcís se le ocurrió subir a La Mola con esquís nórdicos. Medio país estaba paralizado, pero cogí el coche para venir desde Tarragona y empezamos la ascensión desde el Coll d’Estenalles. Disfrutábamos muchísimo, especialmente a base de los "mantecados" que nos dábamos. Aprendes que lo más potente para conseguir los retos es la ilusión y la motivación. Todas las ascensiones y travesías que hacíamos entonces las hacíamos porque lo pasábamos genial. Jamás pensé que eso sirviera para poder cumplir el reto de coronar los catorce ochomiles. Entonces, nuestra idea era subir al Everest. Eso era lo máximo para nosotros en esos años.

Usted comenzó el asalto a los catorce ochomiles con 31 años en el Nanga Parbat y se detuvo a los 49 con el Lhotse. Tardó más de una década en acometer el octavo pico, el Manaslu.
Así es. En los siete primeros no tenía en la cabeza la posibilidad de cumplir con este reto. Mi intención fundamental era abrir rutas nuevas, como el Broad Peak por la parte china o las del Cho Oyu o el Nanga Parbat en el Nepal. Eran mis aportaciones a un alpinismo de descubrimiento, de aventura, de exploración. Ahora es bastante más complicado hacer eso. Hay ya muchas rutas abiertas y buscar otras nuevas es bastante peligroso.

¿Qué le llevó a reanudar la aventura en 2011?
Casi sin pretenderlo, me dí cuenta de que estaba a la mitad del objetivo, que me quedaban siete ochomiles y me propuse hacerlos.

Y entonces llegó ese triplete mágico del año 2012.
Sí. Tras el Manaslu, en un solo año pude coronar el Annapurna, el Dhaulagiri y el K2. Los hice los tres en poco más de dos meses.

En los últimos meses había una pugna, quizás más mediática que real, entre usted y Ferran Latorre por ser el primer catalán en cumplir el reto. Él lo hixo primero, pero con oxígeno. Y el pasado verano usted lo consiguió sin oxígeno.
Sí. Recuerdo que en el año 2014, Ferran estaba en desventaja conmigo, por decirlo de alguna manera. Nos encontramos en el campo del K2. Yo iba al Broad Peak. Había muy buen ambiente. En broma, le comenté que le esperaba. Las cosas fueron como fueron. Hubiera sido bonito acabar los dos juntos en la misma montaña.

Al final quiso el destino que los dos acabaran el año pasado.
Sí. Él lo hizo con oxígeno, quizás algo forzado por sus patrocinadores. No tuvo mucha suerte con el tiempo y tuvo problemas los últimos días. Yo, por ejemplo, no había tenido nada de suerte en mis dos intentos previos al Broad Peak, por diferentes temas, meteorológicos y de permisos.

Entre el penúltimo y el último ochomil pasaron cuatro años. Imagino que ya tendría ganas de cerrar el círculo.
Claro. No era cuestión de irlo dejando. Quería subir de una vez al Broad Peak y hacerlo supuso una alegría enorme. Al final parece que técnica o físicamente no puedas completarlo. Y no pasaba ni lo uno ni lo otro. Por eso decidí que el pasado verano tocaba hacerlo. Y lo hice. Con 64 años.

A usted le asaltó la fama tras la mítica ascensión de Caixa de Barcelona al Everest en el año 1985 junto a Antoni Sors y Carles Vallès. Más de tres décadas después, ¿cómo recuerda esa expedición?
Es un recuerdo precioso. Es un recuerdo que tengo asociado al nacimiento de mi hija. Hicimos cumbre el 28 de agosto y ese mismo día nacía mi hija. Entonces no había internet y las comunicaciones no eran las de ahora. Volví a casa y la conocí cinco días más tarde.

Esa expedición del año 1985 fue tremendamente especial para el país. Imagino que también para usted.
Por supuesto. Resultó tremendamente especial. No me había planteado ser el primer catalán en subir al Everest, pero las cosas fueron así y acabé siendo el primero. Conseguir subir a la cumbre en esa expedición fue algo sensacional.

Usted ha estado cinco veces en el Everest y otras dos haciendo "trekkings". ¿Qué magnetismo tiene esa montaña para que le haya llamado tantas veces?
Es la montaña más alto del mundo. Es también muy especial y tiene un encanto especial. A mí siempre me ha tratado muy bien. Me ha permitido ir y me ha permitido volver. Las primeras veces sufrimos mucho. En el año 1982 intentamos subir por la arista oeste con el grupo de Narcís Serrat, pero no fue posible. Fue una expedición difícil, pero personalmente me sirvió para comprender que con algo más de preparación podía subirla. Y así lo demostré tres años más tarde.

Su buen amigo Kurt Diemberger me comentó hace ocho años que es fundamental que un alpinista sepa decidir en el momento adecuado si sigue subiendo o desiste. ¿Cómo se encuentra ese límite?
Considero que lo más importante es tenerlo claaro. Cuando te asalta una duda, debes tirar hacia atrás. Yo lo he hecho así. A veces piensas que hubieras podido seguir, pero en global considero que he acertado en ese tipo de decisiones. De lo contrario, hoy no estaría aquí. Muchas veces he tirado hacia atrás y he tenido que volver hasta cuatro veces a la misma montaña para coronarla. Otras veces lo he conseguido a la primera. Cuando tienes alguna duda no puedes luchar contra ella. Te vence. La misma duda te convence de que hay algo que no funciona. Y entonces desistes.

Con el cambio de siglo, el alpinismo ha sufrido dos grandes cambios: el tecnológico y el de la evolución del material. ¿Cuál ha sido más importante para usted?
Para mí, la aparición de internet y las nuevas tecnologías fue el gran cambio que experimentó el mundo del alpinismo al final del siglo pasado. Ahora podemos hacer una foto o un vídeo y mandarlo al instante. En las primeras expediciones, los teléfonos, las baterías y el combustible pesaban una tonelada. Ahora todo es mucho más ligero. Las cosas han cambiado también muchísimo a nivel meteorológico. Ahora tenemos muchísima información a todos los niveles. Antes íbamos bastante a ciegas en este sentido. Debías fiarte de tu intuición.

¿Cuál de los catorce ochomil ha disfrutado más subiéndolo?
Uno de los que más disfruté fue el primero, el Nanga Parbat. Pero también el Everest. En casi todos me lo he pasado muy bien. En algunos he sufrido, como es el caso del K2.

En esa montaña sufrió una de las peores experiencias de su vida.
Sin duda. Allí perdí a mi compañero de expedición, Manel de la Maza. Esa es la peor cara al alpinismo, cuando pierdes a un compañero.

Cuando habla de usted como alpinista siempre hace referencia a que su principal fortaleza es la mental, más allá del tema físico o técnico.
Sí. Supongo que esta fuerza mental es la que me ha permitido ir insistiendo y tener esa resiliencia de poder estar siempre ahí. La vida da muchas vueltas y en 30 años te cambian mucho las cosas. Cuando comencé no me veía acumulando ochomiles, pero lo he terminado consiguiendo.

¿De donde le llegó la pasión por la montaña y la escalada?
Mi padre era capitán de barco y mi madre no quería que me pasara cuarenta años en el mar. A los seis años me llevó de excursión. Lo recuerdo perfectamente. En ese momento fue cuando tomé contacto de verdad con la naturaleza, con la montaña. De pronto, me di cuenta de que eso era lo que me gustaba.

Y a los nueve años, su madre le regaló un libro con las aventuras de los primeros himalayistas.
Esa lectura se me quedó grabada. Fue allí donde descubrí todas esas historias fantásticas de los pioneros, como Edmund Hillary, George Mallory y John Hunt. Fue entonces cuando comencé a convertirme en alpinista. Luego, todo fue muy rápido. A los 14 años comencé a escalar y con poco más de veinte ya era instructor de escalada. Con algo más de treinta años ya era guía de montaña. Todo fue una evolución que se fue desarrollando.

Imagino que en esa época no imaginaba que se convertiría en el primer catalán en ascender al Everest ni en el primero en completar los catorce ochomiles del planeta.
En absoluto. La vida me ha permitido conseguir todo eso y por ello me considero una persona tremendamente afortunada.

Al final pudo conocer a algunos de esos héroes que aparecían en su libro de infancia.
Curiosamente, pude interpretar el papel de George Mallory para una recreación de esa mítica subida al Everest para el programa de Televisión Española "Al filo de lo imposible". Cuando te pones esas prendas de lana te das cuenta del enorme mérito que tenía lo que aquella gente consiguió, disponiendo de tan pocos medios. En este sentido, las cosas han cambiado mucho. Cada época tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

En cambio, sí pudo conocer a Edmund Hillary y a John Hunt.
Para mí, conocer a estos dos grandes personajes fue un sueño hecho realidad. Yo alimenté mis sueños de sus proezas y con el tiempo pude conocer a esa gente. Para mí, eso supone un privilegio absoluto.

Usted tiene ya 65 años. La gente normal se jubila con 65 años.
Tengo un sietemil en mente, el Gyachung Kang, de 7.952 metros, entre el Nepal y el Tíbet. Mientras me encuentre bien continuaré escalando. Los alpinistas vamos a la montaña en busca de la vida. No subimos para buscar otras cosas. Mientras pueda compartir estas experiencias con otros compañeros seguiré escalando montañas. No necesariamente ochomiles. Hay otros retos que me atraen muchísimos, como por ejemplo ir a Canarias y subir a pie desde la playa hasta el Teide. Lo he hecho varias veces y disfruto mucho haciéndolo.

¿Se ha sentido reconocido por el país por todo lo que ha logrado?
Sí, claro, pero especialmente por la gente. En este sentido, para mí, las instituciones no son lo más importante. Pero las más próximas han estado a mi lado. Allí por donde voy noto muestras de cariño. Los alpinistas no somos futbolistas ni atletas famosos y no ganamos muchísimos millones. Si lo fuéramos, seguramente ahora no estaríamos haciendo esta entrevista.

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