Este era el lema de una conocida campaña de la Unesco en contra de la discriminación racial en el fútbol. Ciertamente, el deporte es una poderosa herramienta de inclusión por su capacidad de romper barreras y unir a personas muy diversas alrededor de una cuestión común. En 1960, la policía de la Sudáfrica del apartheid abría fuego y asesinaba a 69 personas que protestaban de forma pacífica contra el terrible régimen de segregación racial. Años más tarde, la ONU proclamaba el 21 de marzo, día en que se produjo esta matanza, como el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Y aunque finalmente el deporte, el rugby en este caso, uniese a un país con tanta segregación racial según nos narra John Carlin en su libro "El factor humano" (llevado al cine por Clint Eastwood, "Invictus"), lo cierto es que aún queda mucho trabajo por realizar.
La hostilidad contra las personas migradas es por desgracia cada vez más frecuente. En tiempos de crisis, estamos viendo cómo en los países de nuestro entorno los discursos racistas y xenófobos ganan cada vez más adeptos, especialmente entre la clase trabajadora. Los artesanos del odio saben aprovechar las condiciones sociales adversas para alimentar resentimientos y mitos infundados que toman a los recién llegados como chivo expiatorio, culpándoles de todos los males. Para evitar que estos discursos enraícen y dividan una sociedad intercultural como la nuestra, hacen faltas políticas de integración adecuadas. Es por esto que el servicio de Ciudadanía trabaja para que el origen de las persones no suponga un riesgo de exclusión ni de discriminación. En este sentido, firmamos la semana pasada un convenio con un referente del ámbito como SOS Racisme que viene a reforzar las políticas de formación laboral, integración en el entorno y capacitación lingüística que ya se vienen llevando a cabo. La nuestra es una ciudad compuesta por gente muy diversa que ha entendido que de la pluralidad se podía hacer una virtud. Teniendo en cuenta que el pluralismo cultural es el futuro y en favor del bienestar colectivo y la cohesión social, merece la pena seguir luchando por sociedades abiertas, plurales y diversas.
* El autor es regidor de Ciudadanía del Ayuntamiento de Terrassa