La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) publica hoy un libro en el que explica escuetamente la historia de veinte personas que han sufrido una orden de desahucio, y lo hace a través de las sillas que les han acompañado para contraponerlo a los ‘bancos’ que han instigado las ejecuciones hipotecarias.
El libro, titulado “Sus bancos, nuestras sillas: historias en pie”, forma parte de la campaña emprendida por la PAH para defender que se tramite en el Congreso la propuesta de Ley de Vivienda que ha presentado, que se basa en cinco ejes: dación en pago retroactiva, alquiler asequible, moratoria de desahucios, vivienda social y suministros básicos garantizados.
Cada una de las sillas que aparece retratada en el libro cuenta la historia de una vivienda desalojada o amenazada de ello y de las personas que las habitan y que ahora son voluntarias de la PAH para ayudar a otras personas que siguen sufriendo los desahucios.
“Son las sillas de la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca”, escribe Marta Vallejo, autora del texto del libro, que recuerda que cada semana, en muchas ciudades y pueblos de España, “hay alguna persona que viene a la asamblea de la PAH por primera vez”
El libro, con fotografías de Marta Ruiz y diseño de Marta Abad, pretende concienciar sobre el problema del acceso a la vivienda y la pobreza energética y se dirige “a quien le han subido el alquiler por encima de lo que puede permitirse”, a quien “pasa frío en invierno por miedo a no poder pagar las facturas”, a quien “ya no sabe cómo hacerlo para no deberle nada al banco” y a quien “le ha llegado la orden de desahucio”.
La PAH, que cumple 9 años desde su fundación impulsada, entre otros, por la actual alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, insiste en el libro en que “las casas no son solamente bienes que se mercadean, la vivienda es un derecho básico”.
El libro recuerda que la PAH ha logrado paralizar miles de desahucios y ha realojado a más de 4.000 personas en toda España, aunque lamenta que “sigue habiendo un desahucio cada 8 minutos y 5 millones de familias que padecen frío”.
El texto, según sus autores, quiere incitar a los lectores a que se pongan en el lugar de sus protagonistas: Lili, Eli, Mohammed, José Antonio, Najat, Eva, Ainhoa, Juanjo, Noor, Alba, Silvia, Lucía, Isabel, David, Marta, Mercedes, José Luis, Mari Carmen, Antonio, Luis y Lili, veinte personas que han sufrido un desahucio o han sido amenazadas con ello y han logrado paralizarlo.
Lili cuenta en el libro que antes era inquilina y cuando la dueña de su casa murió le ofrecieron comprar el piso. “Te daban esa oportunidad de que tú pudieras comprar como si fuera cualquier cosa, y te ilusionas. ¿Quién no se ilusiona con tener una casa?”.
Estuvo a punto de perderla cuando su familia no pudo pagar la hipoteca, pero tras años de lucha consiguió seguir viviendo en su piso.
Eli explica que nunca ha querido hipotecarse, por eso vive de alquiler, pero “con miedo a recoger las cartas del buzón por si son facturas o la temida carta del administrador que no renueva el contrato o propone un precio que no puedo asumir”.
Mohammed hace 26 años que vive en su piso, pero cuando su madre enfermó tuvo que pedir un préstamo para pagar sus cuidados sanitarios y puso su vivienda como aval y ahora vive con una orden de desahucio pendiente.
José Antonio cuenta cómo se hizo voluntario de la PAH tras superar una orden de desahucio, mientras que los muebles de Eva se quedaron sin casa cuando ejecutaron la orden desahucio que tenía pendiente.
Cuando Ainhoa se quedó embarazada, la echaron de su trabajo. Fue a juicio y dedicó el dinero de la indemnización a pagar la hipoteca tanto tiempo como pudo. Y cuando ya no pudo más, el banco la persiguió hasta que, con la ayuda de la PAH, logró firmar la dación de su piso en pago por la hipoteca pendiente.
“Hace unos meses que Ainoha comparte casa, sillas y vida con Juanjo y su hijo. Se conocieron ocupando bancos”, revelan en el libro.
Juanjo había comprado su piso en 1998 a un precio razonable pero lo rehipotecó en 2008. Cuando nació su hijo, Juanjo pidió el permiso de paternidad y antes de reincorporarse al trabajo, le despidieron.
Pronto las cuotas de la hipoteca pasaron de representar menos de un cuarto de su sueldo a costar más del 100% de sus ingresos. Su caso todavía está pendiente de solución y mientras tanto tuitea en nombre de la PAH.
Noor ha logrado parar dos veces las órdenes de desahucio. La tercera que ha llegado es en abierto y por lo tanto pueden quedarse en la calle en cualquier momento, mientras que Silvia lucha por conseguir un alquiler social del piso donde vive, que ha comprado un fondo buitre.