El Ayuntamiento de Terrassa aprobará este mes la compra de diez nuevos autobuses híbridos que se incorporarán a la flota en la primavera del año que viene o al menos eso se desprende del posicionamiento inicial de los partidos con representación en el pleno municipal. Finalmente, después de la experiencia de la primera remesa de nuevos autobuses, nueve diesel y seis híbridos, se llega a la conclusión de que la mejor opción es la apuesta por los híbridos, opción que defendían algunos partidos y que fue objeto de intenso debate no sólo técnico, sino también político.
La posición del equipo de gobierno fue entonces ciertamente conservadora puesto que desde un punto de vista técnico existía preocupación por la relación de rentabilidad entre los costes de amortización, el mantenimiento y el rendimiento medioambiental. Parece ser que, hechas las comprobaciones durante el tiempo que llevan en funcionamiento, es cierto que el coste es algo más elevado en los híbridos, pero puede considerarse amortizado con las ventajas medioambientales que representa.
Por tanto, la apuesta en Terrassa es claramente por la tecnología híbrida mientras se está a la espera del desarrollo de la tecnología en los autobuses eléctricos, que todo el mundo considera que es el futuro, pero que deben ganarse todavía la confianza de las ciudades. El problema está quizás en que los que defendieron en su momento la apuesta por la compra únicamente de autobuses híbridos pueden pensar que nos podíamos haber ahorrado los nueve diesel que se compraron el año pasado si hubiésemos probado primero los seis híbridos y realizado las comprobaciones pertinentes.
El Ayuntamiento cumple así su compromiso de renovación de la flota y de autobuses, que tantos problemas estaba generando en los últimos años. Los usuarios han notado, sin duda el cambio, con las nuevas unidades y más que lo notarán el año que viene, especialmente las calles que soportan con mayor intensidad el paso de autobuses. De poco sirve que se cierren al tráfico por la noche si no se pone remedio al tráfico diurno. Una buena forma de hacerlo es minimizando el impacto del humo de los autobuses durante el día.
Nos referimos a la decisión del Ayuntamiento de cerrar al tráfico la calle de Sant Antoni por la noche. Es cierto que la medida puede facilitar el descanso de los vecinos, pero el gran problema de esa calle es la gran intensidad de tráfico que soporta durante el día, en especial de los autobuses.