La sexualidad y lo sagrado han ido distanciándose en los últimos siglos, y ahora que la banalización del sexo ha llegado sus máximos en la historia de la humanidad, comienza a abrirse paso una reflexión sobre este distanciamiento y sus consecuencias. En la religión taoísta existió la tradición, o la leyenda, de las Tigresas Blancas. Eran mujeres que seguían una formación de nueve años, los tres primeros de los cuales dedicados a practicar felaciones al mayor número posible de hombres. Creían que, con ello, conseguían la restauración de su juventud y la inmortalidad espiritual. Una "tigresa blanca" de nuestros días protagoniza "Encén el llum"("Un francés a medianoche" en su traducción castellana), la última novela de la escritora terrassense Anna Carreras.
¿Cómo se interesó por el taoismo y las Tigresas Blancas?
No soy consciente de haberme acercado jamás al taoísmo, pero de manera mucho más amplia sí a la cultura oriental. Me fascina, ya desde mi antepenúltima novela, "Ombres franceses", la concepción oriental de la vida como un gerundio constante, como un itinerario sin objetivos. La escritura, para mí, es un proceso semejante: una seducción larga, extenuante y placentera. En "Encén el llum" la tradición oriental es el puente que une soledades. Me apetecía trasladar la tradición oriental antigua de las Tigresas Blancas al siglo XXI y a Occidente. Blanca, la protagonista, lee compulsivamente el libro "Las enseñanzas sexuales de la Tigresa Blanca", de Hsi Lai, y lo sigue a rajatabla. En mi caso, doy con el manual a partir de una investigación de más de cinco años sobre esta secta de mujeres que se alejaban de la ortodoxia y practicaban el arte de la felación en un sentido sagrado, con un fin más que elevado: la incorruptibilidad del cuerpo.
El protagonista del libro es "el magnetismo del sexo". ¿Por qué una novela sobre este tema, y a través de la tradición taoísta?
La tradición del erotismo en narrativa catalana (con la excepción de "Les relacions virtuoses" de Marc Romera y de "158" de Dani Alba, ambos hombres hasta día de hoy) se clasificaba en cuatro grupos absolutamente marcados: imitaciones del castellano, referencias al mundo agrario (metáforas manidas hasta la extenuación con pepinos y alcachofas), cursilería o pornografía. Mi libro pretende encender una nueva vía, un tipo de literatura erótica que, sin ser pornográfica, trabuca la idea del sexo occidental como mecánica horizontal: "No somos robots ni nos dan una galleta como premio". Y es que no ha actuado en mí, en ningún momento, la exigencia de construir, sobre una base genital, historias de amor. Aquí se persigue algo más interesante.
¿Enlaza o recibe la influencia de algunos autores occidentales?
Quizás es una investigación más cercana a Catherine Millet o Anaïs Nin, ambas francesas y escandalosas, con la gran diferencia de que ellas no pusieron filtro a su autobiografía, y en mi caso no ha sido de hombre en hombre, sino de libro en libro, como he llegado, por el momento, al libro que quería escribir. Hoy parece que expresar amor, deseo o ternura sea cosa de lerdos, de cursis, de antiguos o de personas débiles. El deseo es uno de los motores que mueve el mundo. El sexo taoísta es investigación, exploración de límites, vía de conocimiento y creación artística.
Muchas frases de la novela pueden leerse como aforismos. ¿Han sido escritas con este propósito?
En "Ombres franceses", decidí que la literatura no solo es expresión, sino también comunicación con un futuro lector. Lo ideal es escribir como se habla, sin demasiados filtros retóricos ni protocolos narrativos establecidos que entorpecen continuamente. Antes hacia experimentación, quería enseñar todo lo que sabía, para dar un presunto nivel superior a la escriptura. Lo que realmente me interesa ahora es explicar una historia que probablemente será compartida o asumida como propia. El resultado gana porque se basa en la generosidad. Las máximas esparcidas por el texto son ideas, pensamientos o verdades que actúan como puñetazo, como despertador de las consciencias adormecidas. El taoísmo es ante todo una inmensa Filosofia, un conjunto de principios éticos que nos acaran con nuestras limitaciones. En Oriente meditan y practican origami, en Occidente nos hinchamos de ansiolíticos.
¿Puede ser leída como una defensa de las minorías eróticas?
Sí. Las minorías eróticas siempre se han clasificado dentro del grupo pobre de las perversiones o las anomalías, en vez de encajar con las originalidades o las transgresiones. Erróneamente, se ha pensado que no eran expresiones sanas de la sexualidad. Pero aunque su existencia recaiga al margen de la tendencia mayoritaria, las minorías eróticas no son amorales, y ese es el problema: la amenaza constante de la moral, sobretodo aquí, en Occidente. Una moral poco desinteresada que confunde.
¿Se refiere a la tradición católica?
Exactamente. Nuestra generación aún arrastra los conceptos de castración e insensatez que vienen de la cultura católica. Esta novela es la historia de una mujer liberada que tiene unos roles de comportamiento establecidos desde hace siglos por esta tradición católica castrante, insensata, prohibitiva, asfixiante en la que, dicho breve y mal, el sexo sólo sirve para tener descendencia y se llama "hacer el amor". Todo lo que se aleja de ese objetivo es pecado, suciedad, pornografía, vicio y enfermedad. El libro convierte el sexo en lenguaje. De ahí la importancia capital del personaje dual de la madre de Blanca, una especie de voz en off que restringe pero también la guía.
¿Por qué en la declaración de intenciones, al principio, deja tan claro que esta novela no tiene nada que ver con "50 sombras de Grey"?
Mi opinión es que esta bazofia no es "novela" ni es "erótica". Es simplemente un producto comercial de masas que trata al lector como si fuera deficiente. Esta trilogía no excava en lo más hondo de la verdad. Quien escribe, busca dar forma a su mundo, busca entenderse, busca dar verdad a sus lectores. Prefiero el erotismo a la pornografía, la sugerencia antes que la exhibición, la luz anaranjada de un pub por encima del fluorescente del quirófano. La construcción de fábulas antes que la transcripción de un diario sin interés. La literatura, buena o mala, siempre es una metáfora.
El crítico literario Julià Guillamon ha calificado la obra de descripción del "éxtasis barroco". ¿Qué hay de barroco en esta novela?
"Encén el llum" es una novela protagonizada por el deseo de hacer esperar el sexo para conseguir hacerlo llegar a territorios más elevados. En este sentido, Blanca, la protagonista, siempre ha admirado la reproducción de Bernini que le regaló su madre como regalo exclusivamente religioso. Pero ella saca su lección particular: identifica el éxtasis religioso del rostro del cuadro "Éxtasis de la Beata Ludovica Albertina" con el placer sexual. Los momentos de abandono de la consciencia, de la vacuidad del cuerpo, la sensación de huir de este mundo y morir un poco, la lasitud. Pero en este caso son ellos quienes, de uno en uno, se extasían ante los labios desabrochados de la tigresa Blanca. Sin feminismo, sin machismo, sin cotillas.
LOS DATOS
Título: "Encén el llum"
Autor: Anna Carreras
Editorial: La Breuedicions
Precio: 15 euros