En Bhamargarh, en el estado indio de Maharastra, no hay agua potable, ni carreteras, ni sanidad. En el distrito, en Gadchiroli, sí hay un internado para niñas. Es un edificio precario, hecho de barro y sin sanitarios. Acoge actualmente a 38 internas. "Es la única opción para que estas niñas se puedan escolarizar", dice Mans Unides. La delegación terrassense de esta ONG católica es la encargada de recoger dinero este año para la construcción de un internado nuevo.
El edificio fue construido en el año 2000 y empezó con quince internas, "niñas pobres de los pueblos del interior de la selva". El local tiene techumbre vegetal. "Al ser viejo y de barro, en él se alojan reptiles", dice la ONG. En la vieja construcción barrosa proliferan las serpientes y los escorpiones, pero, de no estar allí, las pequeñas seguirían en sus pueblos sin posibilidad de alfabetizarse, sin poder acudir a una de las dos escuelas de Bhamargarh.
Johny Narikatt es el sacerdote diocesano al frente del proyecto, que beneficiará de manera directa a sesenta niñas al año y, de forma indirecta, a sus familias y comunidades. El edificio proyectado tendrá 296 metros cuadrados en una sola planta, con una habitación grande como dormitorio general y otra sala para comer y estudiar. Dispondrá de cocina y almacén, lavabo y aseos, treinta literas, dos mesas, un armario, un generador eléctrico y veintitrés ventiladores. Será una construcción sencilla, "donde las niñas puedan vivir y estudiar en condiciones dignas".
Recaudación
Cada año, la delegación local de Mans Unides de Terrassa y comarca, como otras de otras ciudades, tiene designado un proyecto de cooperación de la ONG al que dedican sus esfuerzos de recaudación; con donaciones, con actos solidarios ya arraigados.
Será, pues, a Bhamragarh, al distrito de Gadchiroli, al estado de Maharastra, a la India, donde irán a parar este año los fondos que recoga la organización en las actividades que convoque en Terrassa. El dinero se destinará a uno de los distritos más atrasados del país asiático, con sequías frecuentes, con el 93 por ciento de su población empleada como jornalera a sueldo, con el 60 por ciento de la gente viviendo bajo el umbral de la pobreza, con un alarmante abandono escolar y con un movimiento maoísta que atemoriza a la población de la selva.
Muchas personas protegen a los miembros de este movimiento por miedo a represalias, y reciben de un lado y de otro, pues también la policía las maltrata para conseguir información de los extremistas, dicen los impulsores del proyecto en un informe.