Yo provengo de una familia judía, lo que en los años de la posguerra me hizo objeto de innumerables muestras de odio, mientras mi abuelo materno, Manuel Coen, pasaba un año y medio en el penal de Burgos por ser judío (la conspiración judeo-masónica, según Franco). Digo esto porque desde niño detecto el odio cuando pasa cerca de mí y en los últimos tiempos huelo su terrible hedor donde antes había respeto e incluso admiración.
El asesinato de un hombre en Zaragoza que llevaba unos tirantes con los colores de la bandera de España a manos de un tipo condenado ya anteriormente por otros actos violentos es una muestra. Como también lo fue la entrada violenta de unos miembros de la extrema derecha en los locales de la librería catalana Blanquerna en Madrid. Noto demasiado odio entre demasiadas personas. Y eso es preocupante. Muy preocupante. ¿Pero puede arreglarse? Creo que sí, aunque no será fácil. Hará falta comprensión, generosidad y altruismo por parte de todos. Si solamente pensamos en los agravios, en los desprecios y en los tópicos, lo tenemos mal. Recientemente un famoso periodista comentó en una tertulia nocturna de Televisión Española que, ahora que el Estado empezaba a multar a los políticos catalanes que presuntamente habían cometido un delito, la cosa se arreglaría, porque en Catalunya la pela es la pela. Me sentí ofendido por el uso de un tópico tan manido como ése. Como cuando se dice que los andaluces no dan golpe, mientras que las horas de más tráfico en sus carreteras son a las 7.30 de la mañana y a las 8 de la tarde. No se puede vivir despreciando continuamente al vecino. Sobre todo, sin conocerlo. He visto pocos lugares del mundo con tanta gente generosa como en Catalunya y con tanta gente tan comprometida con su trabajo como en Andalucía. Donde además te regalan una sonrisa cada vez que hablan contigo.
Si, en vez de abrir "embajadas" en el extranjero con fines políticos, Catalunya las hubiera abierto en cada una de las autonomías españolas, simplemente para dar a conocer mejor su cultura, su arte, su música, se habría dado un paso adelante para aumentar el conocimiento, y con el conocimiento, la comprensión, el respeto y, tal vez, hasta el cariño. Si los catalanes viajáramos más por España, descubriríamos que la gente es simpática, amable, que su gastronomía también es muy buena, que trabajan y también saben divertirse, que se apasionan con su música y con sus equipos de fútbol, como nosotros. Tal vez alguien debería propiciar este mayor conocimiento entre los pueblos de España, que, aunque seamos diferentes en algunas cosas, tenemos otras muchas en común. Al menos, el carácter apasionado, que nos hace, muchas veces, estar totalmente a favor o en contra de algo. Ahora en Catalunya, independentismo o antiindependentismo. Blanco o negro. Conozcámonos mejor. Entendamos las razones del otro. Dialoguemos. Sólo así transformaremos un cierto incipiente odio en respeto, comprensión y afecto.