Opinió

El pensamiento, fuente de valores humanos

Este sábado, en el CC Montserrat Roig, se ha realizado un acto en memoria de tantos hombres y mujeres que, desde el compromiso militante en la dictadura y desde las filas del PSUC, dieron enormes lecciones de cómo se avanza cuando la dignidad es su valor más importante frente a la opresión, la tortura y la humillación.

Ha llovido mucho desde entonces, y esa lluvia ha arrastrado la conciencia de clase al lodo del olvido. Ya no existen las clases sociales. Lo mismo es Artur Mas que Juan Martínez. No es así. El origen de uno y otro es bien diferente, y ese origen determina su actitud actual frente al sistema.

El sistema capitalista argumenta de forma malintencionada que el marxismo ya no sirve, está pasado de moda. Esa falacia, la abanderan sus mercenarios disfrazados de nueva política. Su objetivo es que el pueblo ya no escuche la palabra de los comunistas, esas personas que en aquellos años de dictadura eran su referente en el barrio, en el trabajo, en la universidad. El capital sabe que cerrando esa puerta su poder se perpetúa en la historia. La historia de esos hombres y mujeres del PSUC está repleta de firmeza y sufrimiento, y también de satisfacción ante el enemigo. Ese enemigo que en diferentes momentos, ante la firmeza comunista, llegó a rendirse con respeto.

Cuando torturaban días y días, y volvía a la celda al final de cada sesión, tirado en el suelo, con las secuelas de lo que le habían hecho, y en la soledad y frialdad del lugar, repasaba ese cruel momento, y veía que había resistido, reafirmaba su convicción ideológica. Esos policías formados para llevar al ser humano al límite de su capacidad de resistencia y que en la gran mayoría de ocasiones dejaron secuelas para el resto de sus vidas, tanto físicas como psíquicas, y en otras ocasiones supuso la muerte del detenido, no son precisamente los del Piolín del puerto de Barcelona.

Se afirmaba la dignidad como base de la acción colectiva e individual. Para avanzar en la causa debía haber factores que consolidaran los pasos dados, y a la vez debía haber la maquinaria para defenderlos. No basta con unas elecciones. Debe haber estrategia colectiva en la misma dirección. Las actitudes personales nunca han sido buenas compañeras de viaje. Cuando en política alguien se cree imprescindible, la causa comienza a tener un grave problema. En política todos somos necesarios, pero nadie debe ser imprescindible. Si algo aprendimos los comunistas es que el culto a la personalidad es contrario a los intereses colectivos.

El objetivo de los comunistas era y es los derechos de las personas, su bienestar, la justicia social, la libertad individual y colectiva. La cuestión nacional extraída de la realidad social que se vive no debe ser la antorcha de los humildes, y sobre todo cuando ellos no están representados, como es el caso.

Vivimos un momento de nuestra historia que ha hecho aflorar otros factores del comportamiento humano muy diferentes a los señalados. Puede que sea la evolución social, cultural o histórica, la que ha generado estos elementos, que fluctúan permanentemente en las mismas personas a la vez que en diferentes direcciones. Esa estrategia que tuvo su etapa más brillante en los santos oficios de la santa Inquisición, señalando la posibilidad de perdón si se volvía a abrazar nuevamente la fe perdida, es un mal ejemplo de firmeza ante la causa defendida.

El procés independentista tiene mucho que aprender de esos a los que ahora ignora. Primero aprender que en la lucha de los comunistas el objetivo era aglutinar a la gran mayoría del pueblo ante la causa defendida. Hacer del respeto la base de fuerza del colectivo. Por ello la lucha del PSUC ante los derechos nacionales del pueblo catalán fue siempre bajo la misma bandera con todo ciudadano que trabaja y vive en Catalunya. La mejor integración ideológica de los castellanoparlantes en Catalunya se produjo en esos años. Muchos fueron los hombres y mujeres venidos de otras tierras que abanderaron la lucha por el Estatut d’Autonomia en la calle y frente a la policía asesina de Franco, y lo hacían porque tenían conciencia marxista. Ahora siguen olvidados. Ésa era la lección aprendida de Karl Marx. Muchas son las enseñanzas vividas, y pocas son las satisfacciones disfrutadas, aunque la conquista de la democracia fue la más grande. Siempre desde la misma perspectiva, conocer al adversario, tomar conciencia de ello, combatirlo y no olvidar que sólo las mayorías sociales son las que aseguran el triunfo. Sigue absolutamente vivo este principio, que por otro lado debería alimentarse desde la conciencia de clase. Esa conciencia de clase perdida en el lodo del olvido.

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