El que suscribe cada día se convence un poco más de que éste no es su mundo. En el Diari del 24 de junio del pasado año, en estas mismas páginas, opinaba sobre el mismo tema y, a pesar de que un comprador de entonces hoy será aparentemente rico, el valor del producto sigue siendo el mismo: ce-ro.
Llevo cincuenta largos años analizando coyunturas, económicas y políticas, empresas de todo tipo, situaciones sociales y hasta sicológicas de la población, haciendo previsiones sobre el futuro de las empresas… y también de vivir en directo desde súbitas debacles hasta alegrías incontroladas en el conjunto de los mercados financieros.
De vez en cuando, y normalmente orquestadas más por iluminados que por gentes que tuviesen el mínimo sentido empresarial, se provocaron locuras inconcebibles en valores aislados, más disparatadas cuanto menos contenido tenía la empresa.
Pero, como la vida es una interminable caja de sorpresas, lo que no cabía ni cabe en mi mente es este gran y milagroso descubrimiento que, en los últimos tiempos, causa furor en todo el mundo y que dieron en llamar "criptomonedas".
Que unos iluminados vividores sean capaces de enredar al gran público e incluso a poderosos, pidiéndoles dólares a cambio de "nada", justificándolo fundamentalmente en que "ese nada" será opaco y no tendrá ningún control oficial, ya nos invita a pensar que, mas que al mérito del inventor, el milagro se debe a que el conjunto de los humanos nos movemos entre la ingenuidad y la estupidez.
Ya cuando por fin se llega a que alguna empresa se plantea financiarse emitiendo su propio bitcoin, el Banco Central Europeo se plantea financiarse también creando su propio artilugio criptomonédico y en la Bolsa de Chicago no sólo se admiten a cotización, sino que les conceden el favor de poder crear derivados sobre el mismo, este viejo analista, amigo de los cimientos sólidos y la prudencia, por mucho que le tachen de anticuado, se empeña en pronosticar a todo ese entramado el más siniestro de los finales.
Es necesario, además, poner el grito en el cielo, porque pagando como pagamos a tantas instituciones que deben velar por la salud, la transparencia, la seguridad, la fiscalidad y un largo etcétera, de virtudes de todos los mercados financieros, lejos de tomar las drásticas medidas que correspondería, antes de que el monstruo se hiciera sideral, nuestro Banco Central Europeo nos informa de su intención de sumarse a tan peligroso carro.
En los últimos días hemos visto desde cómo un notario alardeaba de ser el primero en realizar la compraventa de un inmueble pagado en bitcoins hasta un avispado y autodenominado empresario, que logró embaucar a varios clientes con un falso fondo de inversión que invertía sólo en criptomonedas (ningún fondo de inversión está autorizado a invertir en dichos productos) al que le puso el atractivo nombre de Bitcoin Investors Trust, nombrándose el administrador único.
Todo ello totalmente imaginario, contra lo que ya se han presentado denuncias por más de 4,6 millones de euros, pero será difícil tener noticias sobre la cifra total, por la repercusión fiscal que la denuncia puede tener para los estafados.
Si preocupante resulta que nuestro tan estructurado y, en teoría organizado, sistema capitalista internacional venga desquiciándose desde hace unos años , el tema que nos ocupa puede suponer, y a no muy largo plazo, un puntillazo histórico.