En un estudio realizado por la compañía multinacional IBM entre más de cinco mil directivos de todo el mundo, se puso de manifiesto que las dos cosas que más les preocupaban respecto al futuro de sus compañías eran: cómo afrontar la incertidumbre y cómo gestionar la complejidad.
Y esto es así porque la incertidumbre y la complejidad son dos aspectos que influyen de manera fundamental en el proceso de la toma de decisiones de todas las personas. Cuanta menos seguridad tenemos, sobre la evolución del entorno y más complicados se vuelven los procesos, más difícil nos resulta acertar en las previsiones a corto, medio y largo plazo.
La clave está en pensar cuáles pueden ser los antídotos o dicho de otro modo, cuáles serían los elementos que nos podrían ayudar a pensar en nuevos modelos o nuevos horizontes, que incorporaran en su esquema de funcionamiento esta incertidumbre y complejidad que cuesta tanto digerir.
Dos posibles vacunas que existen para ello, son: para luchar contra la incertidumbre, es necesario trabajar en las personas y en las organizaciones la capacidad de adaptación. Para poder gestionar adecuadamente la complejidad, hay que buscar una manera de trabajar más inteligente, lo que yo denomino, smart working.
Para mejorar la capacidad de adaptación se deben desarrollar cuatro competencias: la utilización eficiente de la tecnología, trabajar el pensamiento creativo o lateral, el desarrollo del mindfulness y trabajar conjuntamente, la visión con la reflexión.
La utilización eficiente de la tecnología no significa sólo que seamos más eficientes o que mejoremos nuestra conexión con el entorno, sino que implica estar atentos a los cambios que esto provocará en las costumbres de las personas. Aplicar el pensamiento creativo o lateral en la resolución de problemas complejos, significa ser capaces de generar respuestas o soluciones diferentes de lo habitual. Desarrollar el mindfulness quiere decir desarrollar en las personas que trabajan en las organizaciones, un estado de alerta vital, una especie de curiosidad sobre todo lo que les rodea que les haga encontrar nuevas formas de entender la realidad. Implica, ayudar a las organizaciones a captar y a discriminar información sobre posibles amenazas y oportunidades para poder así responderlas rápidamente. Y, por último, la cuarta competencia que nos puede ayudar a mejorar la capacidad de adaptación de las personas y de las organizaciones se encuentra ligada al trabajo de la visión y la reflexión; lo que no deja de ser otra cosa, que conseguir mirar el mundo con una mirada colmada de soledad y silencio.
Por otra parte y tal como comentábamos al principio, una buena herramienta para gestionar la complejidad es trabajar de una manera más inteligente (smart working). Esto requiere en primer lugar, potenciar el trabajo en equipo; buscar la complementariedad entre las personas, trabajar de forma cooperativa y con modelos de trabajo que sean más colaborativos. También implica el esfuerzo de crecer profesionalmente, de entender que en este entorno, más que nunca, nos queda mucho por aprender y que por lo tanto, es necesario estar actualizado y preparado para afrontar técnicamente los cambios que genera este nuevo entorno.
En tercer lugar, resulta necesario desarrollar mucho más en los individuos las habilidades relacionales para generar una mejor comunicación tanto dentro de las organizaciones como externamente. Nuevas formas de relacionarse, nuevas formas de consumo, nuevos modelos de negocio, requerirán una creciente necesidad de las habilidades de comunicación, diálogo y negociación.
Por último, trabajar de una manera más inteligente, exige el desarrollo de la capacidad creativa de las personas y por lo tanto, hace que sea necesario ampliar su ámbito de libertad. Para poder aportar soluciones a problemas nuevos precisamos ser más imaginativos, creativos y agudos y esto no es posible desde los modelos organizativos extremadamente jerárquicos y poco flexibles. Reinventar nuestro futuro es una ardua tarea que conlleva un gran esfuerzo y requiere una gran capacidad de trabajo. Pero, a la vez, la misma palabra reinventar nos inspira positividad; es una palabra llena del gozo y de la esperanza que supone el descubrir algo nuevo.