El barrio de Can Parellada surgió como una colonia industrial y, 50 años después, conserva aquel clima de convivencia que fraguaron un puñado de parejas andaluzas y estremeñas, decididas a cruzar la riera de Les Arenes y emprender una nueva vida. Ese es el retrato de los primeros vecinos que llegaron en 1967.
El reclamo lo puso Fopinsa, una promotora que construyó viviendas económicas a las afueras de la ciudad pensando en los obreros del polígono industrial de Can Parellada. Mientras en Sant Llorenç o Montserrat Vitasa edificaba vivienda pública, en Can Parellada la iniciativa la tuvo un privado que decidió construir y vender barato. “El piso costaba 260 mil pesetas de la época (1.563 euros) –explica el profesor y vecino Manuel Tena–. Dabas 50 mil de entrada y a partir de ahí pagabas cómodas cuotas de 3 mil pesetas al mes”.
A mediados de 1967 estrenaban casa los primeros vecinos en el bloque 1. La mayoría eran empleados del textil y del metal, encantados con haber conseguido piso junto a la fábrica. La voz corrió rápidamente y en apenas 5 años se edificaron los cuatro primeros bloques y se censaron mil vecinos. Casi todos parejas jóvenes. “Un año –recuerda Tena– llegamos a contar 80 partos en cuatro bloques en un año”.
Desde aquel momento Can Parellada funcionó como un pueblo donde “todos nos conocíamos y todo lo compartíamos”. Lejos de Terrassa, mal comunicada y sin apenas servicios, la comunidad tejió estrechos vínculos que aún hoy perduran.
Muchos vecinos recuerdan las charlas en la calle hasta las 12 de la noche, las comidas juntos y el barrio movilizado en cada bautizo y en cada entierro. También la solidaridad con las familias de los represaliados políticos, a muchos de los cuales ocultaron en casa sus propios vecinos.
Cada logro, una lucha
En los años 70 Can Parellada era un barrio por hacer y eso le imprimió carácter. “Aquí, detrás de cada cosa que se ha conseguido hay alguien que lo ha peleado –comenta Miguel Hernández, presidente de la AVV de Las Torres de Can Parellada–. Ese es el espíritu del barrio”.
Durante los años 80 y 90 los vecinos lucharon por tener escuelas (Josep Ventalló y Cesc Aldea)y un centro de asistencia primaria (CAP Antoni Creus), y se encerraron por el instituto Ègara. Más tarde lograron la guardería (L´Esquitx) y cortaron la avenida del Vallès reclamando mejoras en el precario puente sobre la riera de Les Arenes.
En las torres, que llegaron en los años 80, también se batalló por la recogida de residuos y se organizaron patrullas callejeras frente a los episodios de inseguridad.
Consciente de su realidad periférica, Can Parellada siempre ha reivindicado – y sigue haciéndolo– un transporte público que le acerque a Terrassa, que conecte el barrio con la ciudad de manera ágil y eficiente.
Comunidad reactiva
Precisamente la distancia, el perfil insular del barrio, ha forjado el carácter de una comunidad reactiva, que a cada demanda de los vecinos ha respondido con una iniciativa cívica, social o deportiva.
Un ejemplo es el Club Deportivo Can Parellada, que desde 1971 ha sido mucho más que una escuela de fútbol y cantera de grandes jugadores. Durante años, los partidos del fin de semana han sido un acontecimiento social en el barrio, un lugar de encuentro, la previa al aperitivo de domingo.
Lo mismo ocurrió con los jubilados. Necesitaban un lugar donde reunirse y organizar actividades y surgió la peña Tortilla de Patata. Además de organizar sesiones de baile, excursiones y gastronomía, la entidad se ha convertido en el club social por excelencia. Recientemente, reunió a 2.300 personas en Els Bellots en una comida solidaria.
6.800 pisos y torres
Can Parellada es hoy un barrio de 6.800 viviendas, un sector peculiar mitad polígono, mitad zona residencial. A los vecinos les gusta decir que viven en “uno de los mejores barrios de Terrassa. Tranquilo, junto a la Serra de Galliners y muy bien comunicado, a un paso de las autopistas”, les gusta presumir.
Algo debe tener Can Parellada cuando los vecinos que fundaron el barrio no se han ido y muchos hijos y nietos han decidido quedarse. El boom migratorio que vivió la ciudad de Terrassa en los años 2000 apenas recaló en el barrio, de manera que hoy la mayoría de las familias que viven en los pisos y en las torres siguen siendo las mismas que llegaron en los años 60 y los 70.
La historia de Can Parellada tiene luces, y alguna sombra. En los últimos años el barrio ha visto a su movimiento vecinal entrar en crisis y perder la confianza de algunos vecinos. Hoy sigue atomizado – cuatro AVV –, pero las cosas están cambiando. De momento los vecinos de los pisos y de las torres vuelven a trabajar juntos. Esa colaboración está permitiendo recuperar la agenda y cohesionar de nuevo.