Unos vigilantes de seguridad resisten día y noche al invasor, si se permite la libre analogía con el cómic de Astérix y Obélix. La empresa de los vigilantes ha sido contratada por un banco, propietario de un bloque de catorce viviendas situado en la calle de Roca i Roca, en Sant Pere Nord. Sólo dos pisos, en los bajos, están sin "ocupar". De ahí para arriba, los doce restantes, están en manos de ocupantes que se posesionaron de las viviendas hace un par de semanas. La tensión se palpa. Uno de los vigilantes, presuntamente, fue agredido verbalmente y debió ser atendido por un ataque de ansiedad, según ha trascendido.
Fue aquella operación, la de la entrada a las bravas, algo seguramente orquestado, pues los nuevos vecinos entraron en ocho viviendas en poco tiempo. Una, otra, otra. Un golpe rápido. Derribaron las puertas, las de hierro, de seguridad antiocupaciones, y las de madera.
Y se adueñaron a la vez de ocho pisos nuevos, por habitar, cuya comercialización había encargado ya el banco propietario a una empresa de gestión inmobiliaria. Después de esa primera ocupación de ocho pisos llegó la segunda, de otros cuatro. Visto lo visto, los pasos legales a emprender para la venta de las viviendas y la constitución de la comunidad deberán esperar, como en tantos otros casos. Y deberán aguardar también para hacer uso de sus propiedades los infortunados compradores de algunos de los trasteros. El bloque, cerca de la esquina de la calle de Roca i Roca con de Mossèn Tatcher, ha sido tomado… a partir de la planta baja.
Un ocupante grita junto al portal, pues cree que algún familiar lo ha llamado a voz en cuello desde el interior del edificio. Los altercados, sobre todo en la calle, en los aledaños de la finca, han sido varios en los últimos días. Así lo aseguran testigos y al Ayuntamiento, conocedor de la ocupación, le constan, cuando menos, un par de intervenciones de la Policía Municipal: una el mismo 10 de noviembre, la otra el 23 de este mismo mes.
El Consistorio lleva a cabo "el seguimiento normal en estos casos", que se ciñe sobre todo a intentar impedir, o al menos minimizar, los incidentes con otros vecinos o con transeúntes. El bloque de pisos es de titularidad privada, y poco más puede hacer el gobierno municipal aparte de procurar tal evitación, de intentar que la cosa no se desmande de puertas afuera.
Los Mossos d’Esquadra del Àrea Bàsica Policial (ABP) de Terrassa también saben de la ocupación masiva y han desplazado a dotaciones al sector en alguna ocasión. Y saben del ataque de ansiedad padecido por uno de los vigilantes que ejercen de centinelas dentro del bloque, según han confimado fuentes policiales. Los mossos han abierto diligencias informativas por ese incidente.
Un compañero del agredido permanece en el rellano. Sale hacia la puerta de entrada del bloque, que presenta los signos inequívocos del forzamiento de cerraduras. Los residentes lo saludan cuando entran o salen de la finca, cuando él mismo les abre la puerta clausurada con cerrojo.
Es uno más, no de ellos, pero uno más en el paisaje diario de una finca en situación insólita: allí conviven "ocupas" y guardas de seguridad uniformados. Unos entran y salen. Otros trabajan de custodios.
En unas horas acabará el turno del centinela y llegará un compañero con el mismo cometido: controlar el bloque desde dentro y avisar a la policía si la tensión se desboca. Y, sobre todo, evitar que los dos bajos caigan también en manos de "ocupas". El servicio de seguridad vigila veinticuatro horas al día, los siete días de la semana.
Controla la finca desde que el edificio (la mayor parte del edificio) fue tomado y los ocupantes, algunos de ellos procedentes de l’Hospitalet deLlobregat, hicieron suyas doce viviendas. Y conectaron agua, luz y, según testigos, hasta el suministro de gas. Según han manifestado unos testigos, los primeros "ocupas", luego de merodear por la zona, entraron en los domicilios el 10 de noviembre. Nueve días después se ejecutó la segunda y definitiva ocupación. Se presume que hubo "traspaso" de los primeros moradores a los segundos.
El cerrojo
"A ver si nos haces un alquiler social", espeta uno de los "ocupas" a un hombre que está parado ante el portal, en la acera. Ante la mirada de pasmo del interpelado, el joven ocupante porfía con una pregunta de intención aclaratoria: "Eres del banco, ¿no?". No, responde el otro. Ah, vale, replica el chico mientras atraviesa el umbral de la puerta, por supuesto tras saludar al vigilante que avizora desde el rellano y abre y cierra ese acceso principal con un cerrojo. El interfono no funciona.
En breve el vigilante será relevado por otro. Así ocurre desde el 19 de noviembre en un bloque de pisos en el que "conviven", mal que bien, guardas de seguridad y "ocupas", compartiendo a la fuerza un espacio de viviendas con distintos propósitos.