Las entradas agotadas y la presencia de un público muy entendido y fiel fueron un buen síntoma de que el estreno del Ballet de Catalunya iba a marcar el esperado punto de partida, con el listón alto, para una compañía con vocación de convertirse en ballet nacional.
La expectación despertada ya apuntaba a que éste era un estreno esperado y que las expectativas eran altas; habrá que ver si la complicada situación actual del mundo de la cultura en Catalunya, y de la danza muy en particular, no serán un obstáculo para la consolidación y el avance de una compañía que promete.
El Ballet de Catalunya se estrenó con un programa ambicioso, de espléndidas coreografías (al gusto tanto de entendidos como de no entendidos) en las que se combinó el baile clásico con alguna pieza de corte más contemporáneo. Bailarinas muy jóvenes de gran talento, entre las que resaltó la primera bailarina Rebecca Storani, dieron en mayor o menor medida toda una lección de elegancia, dominio técnico, talento y vocación. Ellos (menos representados en este cuerpo de baile) tampoco se quedaron atrás, con un protagonismo que fue mucho más allá del papel de partenaire y que dejó también claras sus habilidades y virtudes.
Nervios iniciales
La compañía comenzó el espectáculo con muchos nervios, y esto fue claramente visible en los primeros minutos del espectáculo, y no sólo por algún pequeño desequilibrio que se escapó en medio de las trabajadas coreografías. Con el paso del tiempo todo fue poniéndose en su sitio, y entre las piruetas más espectaculares y los saltos casi acrobáticos, el ballet fue conquistando el corazón del público.
Estaba claro que en este estreno todos se estaban jugando mucho; no sólo por la necesidad de contar con un ballet propio en Catalunya, de proyección internacional, sino por la posibilidad de aportar a la escena un discurso artístico propio, de calidad; y qué mejor sitio para hacerlo que en el Centre Cultural, el único teatro de Catalunya con una programación estable de danza clásica.
La apuesta no dejó de ser osada, ya que la compañía había tenido muy poco tiempo para ensayar. Los treinta bailarines de la compañía fueron seleccionados entre agosto y septiembre, y no fue hasta octubre hasta que comenzaron los primeros ensayos. Que hayan sido capaces de mostrar un espectáculo en medio de los vítores de un público entendido ha sido todo un milagro. A esta milagrosa puesta en marcha, lo ideal sería poder sumar la continuidad, con buena salud, de un proyecto en el que están implicadas importantes personalidades del mundo de la danza y que tiene su sede en Terrassa.
BALLET DE CATALUNYA
Elias Garcia y Larissa Lezhnina (dirección artística), Ricardo Alegria (dirección técnica), Marius Petipa, Elias Garcia y Raphael Bianco (coreógrafos), Leo Sorribes (dirección general). Solistas y Cuerpo de Baile del Ballet de Catalunya. Música: Ricardo Drigo, W. A. Mozart, R.V. Rachmaninov, L. Minkus. Domingo, 19 de noviembre. Centre Cultural Terrassa.