Los derbis entre Atlètic y Egara acostumbran a ser partidos diferentes, llenos de intensidad, emoción, pasión y goles, absolutamente ajenos a la situación por la que atraviesa cada equipo en la tabla. El que enfrentó el sábado en el campo Josep Marquès a los dos mismos equipos que disputaron la pasada final de la Liga en ese mismo escenario no decepcionó a nadie. Bien al contrario, respondió a la perfección a todas esas premisas. Fue un partidazo, jugado de poder a poder, en que se peleaba por cada centímetros de césped y no se daba respiro alguno al rival.
Sin nada definido
No tenía el choque nada de definitivo. Quedan todavía diez partidos de Liga regular y medio año para saber el nombre del campeón. Pero es que no eran tres puntos los que se jugaban. Era el honor, el placer de ver al rival derrotado, de sentirse superior a un equipo que, como tú, lo forman exclusivamente jugadores de la casa, que sienten la camiseta. Hubo, como en todo derbi, encontronazos, choques y golpes, pero el comportamiento de jugadores y técnicos fue absolutamente exquisito. Y eso que el nervio estaba a flor de piel.
La partida tuvo una mitad para cada contendiente. El Club Egara controló los dos primeros cuartos y el Atlètic revolucionó los dos últimos. El reparto de puntos debe considerarse justo, ya que al final, pudo haber ganado cualquiera. Ambos conjuntos pelearon por los tres puntos hasta el último suspiro. Al final, todo quedó igual: el Egara sigue ocupando la tercera posición y el Atlètic se mantiene quinto, tres puntos por debajo, a ocho puntos de distancia de un Club de Campo que sigue sin conocer la derrota.
El Club Egara exhibió un gran aprovechamiento de los penaltis-córner de que dispuso. Lanzó cuatro y metió tres. El Atlètic, por su parte, sólo anotó uno de los cuatro de que dispuso. Corría el minuto 29 cuando el central Marc Recasens (autor de dos tantos) inauguró el marcador con un gran lanzamiento de penalti, raso a la izquierda de Marc Calzada. Con el marcador a favor, el Egara se fue para atrás y cedió protagonismo a un Atlètic que no acababa de encontrar la portería de Quico Cortès.
Pero el Atlètic dio un golpe de efecto al empatar Pol Parrilla de penalti en el último segundo del tercer cuarto y firmar el 2-1 en el primer minuto del cuarto con un golazo del talentoso Jan Malgosa. El golpe de efecto local hizo mella en las filas visitantes. Los de Siso Ventalló se replegaron y el Atlètic buscó más goles. Fue entonces cuando el partido se rompió. El último cuarto fue un auténtico ir y venir de oportunidades y goles. Se marcaron cuatro.
En el segundo penalti-córner del Club Egara, Recasens reincidió en el minuto 59. La alegría cambiaba de barrio en cuestión de minutos. Cuando quedaban solamente seis ya se percibía en el ambiente que el 2-2 no iba a resultar definitivo. Nadie quería firmar armisticio alguno.
Fue entonces cuando Dani Malgosa sorprendió a Quico Cortès marcando el 3-2 tras recoger una buena bola en el área. El Atlètic tocó la gloria y el Egara se veía hundido tras haber remado casi siempre con el marcador a favor. Pero a falta de 80 segundos, los colegiados señalaron el octavo penalti del partido, el cuarto para el Egara. Esta vez fue Pau Quemada el encargado de ejecutarlo. Y lo hizo a las mil maravillas. Batió a Quico Cortès para establecer el definitivo 3 a 3. Hubo empate, pero ganó el hockey.