El sector industrial en España supone un 23% sobre el total del PIB y su desarrollo es esencial si queremos mantener un crecimiento económico sostenido en el largo plazo. La industria, en mi opinión, tiene un claro efecto beneficioso sobre el desarrollo de un país.
La industria posee un indudable efecto dinamizador sobre el resto de los sectores económicos del país, y un buen ejemplo es el de la industria de automoción. El sector de fabricantes de vehículos, fraccionado en 64 diferentes ramas de actividad, tiene una indudable incidencia directa sobre la economía: desde luego, sobre el propio tejido industrial, pero también repercutiendo en múltiples aspectos dentro del sector servicios.
Hablar de industria en general, y de la de automoción en particular, es, además, hacerlo de innovación, un aspecto no siempre debidamente destacado. Esta actividad es uno de los principales motores de I+D+I en todo el continente europeo. Cada año, nuestra industria invierte en Europa más de 44.000 millones de euros; esto es, nada menos que un 5 por ciento del conjunto de su facturación. Además, destaca como el sector de mayor gasto en innovación: uno de cada cuatro euros invertidos en esta actividad en el Viejo Continente proviene del sector de la automoción.
Y, si hablamos de España, la fabricación de vehículos no sólo mantiene una relevante operativa industrial, sino que también desarrolla, al tiempo, una importante actividad de innovación, tanto en productos como en procesos de fabricación. Cada año las empresas del sector invierten aquí más de 1.700 millones de euros para este cometido, lo que representa más del 10% del total de la industria española. Las inversiones para innovación se destinan principalmente a áreas de tanta importancia como la seguridad, la eficiencia energética o el medio ambiente. Pero también en aspectos relacionados con la mejora de la calidad de los procesos industriales y, por ende, de la propia productividad.
Mantener la productividad lograda en los últimos años es precisamente uno de los desafíos a los que nos enfrentamos en un entorno tan cambiante como el actual. Se acabaron las certezas, los escenarios inmóviles que se mantienen durante años. Competimos a nivel internacional en un entorno global que cambia a una velocidad endiablada. Y el reto es tremendo. Unos cuantos datos: sólo en Europa hay 230 fábricas de vehículos; más de 750 en todo el mundo. Todas, incluidas las 17 que hay en España, compiten entre sí por atraer inversiones para mantenerse activas.
En España, el sector fabricante de vehículos ha hecho los deberes. Si cuando comenzó la crisis -año 2008- se fabricaron 2,54 millones de vehículos, en 2012, durante lo más duro de ella, la producción bajó hasta los 1,9 millones. Ese año se marcó un punto de inflexión. Con un proyecto compartido por las propias empresas, la Administración y los agentes sociales, se logró revertir la tendencia y volver a crecer. Y el año pasado ya se fabricaron en España 2,89 millones de vehículos de más de 40 modelos diferentes. Muchos de ellos, además, se construyen en España en exclusiva para todo el mundo. Y los que vendrán. Porque las empresas con implantación fabril en España están ya preparándose para que de sus plantas salgan, al menos, 10 nuevos modelos en los próximos años.
Como he dicho en más de una ocasión, tenemos que mimar este tesoro industrial, del que pocos países pueden presumir: somos el segundo fabricante europeo de vehículos y el octavo del mundo.
Porque, además, esta industria tiene una vocación exterior muy fuerte. Tanto que es el primer sector exportador, lo que llevó a lograr en el año 2016 un saldo récord en la balanza comercial: 18.400 millones de euros.
El sector de la automoción es sólo un ejemplo, pero creo que merece la pena tener un especial cuidado con la actividad industrial del país. Y tenemos que hacerlo tanto desde nuestras propias empresas como desde las diferentes administraciones públicas y con la colaboración de los agentes sociales. Con el esfuerzo de todos conseguiremos que el tejido industrial español mejore, optimice su competitividad, aporte más valor a la economía y, de paso, crezca su importancia en el producto interior bruto.
Como decía al principio, el sector industrial español representa un 23% sobre el total del PIB. Sigamos trabajando para incrementarlo. Mirémonos, por ejemplo, en el espejo de países como Alemania o Suecia, donde la industria alcanza un 31 y un 34 por ciento, respectivamente. Y no les va nada mal. A más industria, mejor economía.
* El autor es vicepresidente ejecutivo de ANFAC, Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones