Probablemente en pocos días sabremos si la comparecencia de Carles Puigdemont el martes en el Parlament responderá a las expectativas de diálogo que generó la maniobra de su alambicado discurso. Todo dependerá de lo que conteste el President al requerimiento que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el que interpela directamente a Puigdemont sobre si dec laró o no la independencia, paso previo para activar la aplicación del ya famoso artículo 155 de la Constitución. También conoceremos el estado de salud de las relaciones dentro del bloque independentista, después del disgusto de la CUP; la verdadera disposición de agentes internacionales, especialmente de la Unión Europea para mediar entre las partes y, lo más importante, la disposición a negociar del propio Mariano Rajoy, ninguna, visto lo visto ayer.
En ese sentido, aún en el caso de que Mariano Rajoy estuviese dispuesto a hablar, existen todavía muchas dudas que quizás se deberían ir aclarando. Desde el Govern, como desde grupos políticos como Catalunya Sí que Es Pot y Podemos, se realiza un llamamiento al diálogo y a la mediación, inicialmente sin condiciones. No obstante, el diálogo debe tener una base sobre la que iniciarse y deberíamos empezar a saber cuál es el punto de partida. Puede ser el de la independencia y alcanzar un pacto para que la desconexión de Catalunya con España se haga de forma efectiva y no traumática. El diálogo puede también iniciarse sobre la base de un referéndum pactado de autodeterminación. Esta cuestión es compleja por cuanto Catalunya ya ha votado y la declaración de independencia que se hizo el martes tras el pleno del Parlament es producto de esa votación. No obstante, el President, en su discurso, se dirige a los españoles para decirles que Catalunya, lo que quiere es votar. Otro horizonte podría ser el que apuntaron ayer Rajoy y Sánchez en torno a la reforma de la Constitución y encontrar un encaje a Catalunya que satisfaga las aspiraciones catalanas en un ámbito quizás federal. O bien, a lo que realmente sería lo máximo que estaría dispuesto a llegar Mariano Rajoy: la renuncia a cualquier veleidad separatista y hablar de autogobierno, de inversiones y de financiación.
Seamos realistas; cualquiera de esos escenarios es difícilmente aceptable para alguna de las dos partes. Habrá que ver, por tanto, qué capacidad de convicción tienen quienes se han ofrecido a mediar para establecer una mesa de negociación sobre alguno de esos supuestos.