Terrassa habló ayer alto y claro en la mayor manifestación ciudadana de la historia de la ciudad. El centro, en una tan emotiva como inhabitual imagen, se colapsó absolutamente para protestar contra la violencia de la intervención de las policías estatales en la jornada del referéndum el pasado domingo. Por la mañana, otra manifestación espontánea se paseó en el centro protestando ante la sede del Partido Popular y ante la de la Policía Nacional después de cortar la C-58. De la misma forma, hubo un seguimiento importante, especialmente en el comercio del centro y en las escuelas, del paro de país, que proporcionó a la ciudad una imagen del todo inusual en un martes cualquiera. El vídeo que corría por las redes a los pocos minutos de la concentración y que reproducimos en nuestro diario digital, con decenas de miles de personas cantando els Segadors, es lo suficientemente elocuente sobre el sentir probablemente mayoritario en la ciudad.
Y la incógnita sigue en el aire. Ahora sólo falta saber cuándo se declarará la independencia y el modo en el que se hará. Se habla de negociación, se habla de mediación de Europa, pero en realidad, de qué se va a negociar. Antes del 1-O, la única negociación viable era un referéndum pactado, pero hoy, cuál es la base de la negociación. ¿Una reforma constitucional para refundar España? ¿Otra vez el referéndum pactado? ¿La transición sin traumas hacia una República Catalana? Ninguno de esos escenarios será posible porque en cualquiera de esos casos o ante cualquier otro supuesto no habrá coincidencia de intereses entre las partes. El procés surgió en la calle y lo sigue empujando una calle que está cada vez más llena. Por tanto, ¿cuál es la salida? ¿Declaración de independencia y aplicación del 155?
No sabemos a dónde nos conducirá todo, pero de lo que no cabe duda es de que nos adentramos en un tiempo nuevo en el que las estructuras en las que se han asentado nuestros referentes jurídicos, políticos y territoriales van a cambiar sin duda. La España de 1978 llega a su fin ocurra lo que ocurra. Hay un antes y un después y de entre la vorágine de acontecimientos que se han sucedido en los últimos años, quedarán siempre en la memoria dos errores históricos cuyas consecuencias analizaremos dentro de no demasiado tiempo: la impugnación del Estatut (aquello de “¡Señora, una firmita contra los catalanes!”) y la orden de asaltar los colegios electorales el 1-O. Nada será ya igual.