Los expertos en setas pueden ir al bosque todo el año, para recoger especies, poco conocidas para el público, en general, pero muy apreciadas en los círculos gastronómicos. Hoy no me voy a referir a estas setas, un poco "raras", sino a las que conoce todo el mundo, o cree conocerlas.
Años atrás, la temporada de setas era una bendición para todo el mundo rural, puesto que ofrecía un buen entretenimiento, y al mismo tiempo una buena vía, para ingresar unos miles de euros, libres de impuestos. Con ellos, se resolvían problemas de averías en coches, mejoras en la vivienda, pago de estudios para los hijos, compra de electrodomésticos, etcétera. Los buenos conocedores de les bosques más cercanos sabían el momento oportuno para salir a buscar setas y tenían alguna tienda o mayorista para venderlas.
Pero este panorama ha cambiado de forma radical en los últimos años. La popularidad de algunos programas de televisión, unida al deseo de salir de las ciudades para disfrutar del campo, ha convertido lo que era una bendición en una especie de marabunta destructora.
Justo en este momento empieza la temporada de setas. Entendiendo por setas las más populares, conocidas y mostradas en múltiples programas de televisión o en periódicos y revistas, de forma que todo el mundo se considera capaz de salir de casa y volver con varios quilos. Los famosos "rovellons", "llenegues", "ceps", "camagrocs", "fredolics" son buscados, por doquier, y nada impide a los buscadores recolectores entrar en casas, prados y cercados, creyendo que todo el monte les pertenece.
Poco a poco, muchos de los habitantes de ciudad venidos de pequeños pueblos han perdido la cultura rural, y consideran que todo lo que crece en cualquier parte puede ser objeto de recolección y apropiación. Tenemos un problema mayúsculo que se acrecienta, año tras año, hasta el punto de convertirse en una plaga.
Y es que, antes, se iba a recoger setas, dos o tres días a la semana, pero ahora se pueden encontrar "boletaires" todos los días, en todas partes. El bosque no tiene tiempo de regenerarse ni adaptarse a tal acumulación de personas y vehículos. Además, muchos creen que donde crece la hierba es un lugar ideal para aparcar olvidando que hierba pisada no es comida por las vacas u otras especies que pacen en estos prados. Hay que avisar, repetir y enfadarse continuamente con conductores que dejan su vehículo en medio de un prado, creyendo tener todo el derecho del mundo a hacerlo.
Otros prefieren cortar el hilo eléctrico que delimita los cercados para el ganado, con el consiguiente peligro de que salgan, vayan a otras fincas o, peor todavía, invadan caminos y carreteras, donde pueden causar accidentes. Los problemas para payeses y ganaderos son realmente enormes. Y pueden ser peores como cuando se dejan envases de plástico, que pueden ser comidos por terneros o vacas, y morir asfixiados por haber quedado el envase en el esófago.
La temporada de setas, que justo ahora empieza, suele terminar a finales de noviembre o principios de diciembre, en función del tiempo. Éste sí es un producto totalmente ligado a la climatología de forma que nunca podemos asegurar cómo será, un año en concreto. Pero lo que hay que pedir a los "boletaires", poco expertos, es recoger sólo las setas que estén seguros sean comestibles, pero sobre todo respetar los bosques, el medio natural y rural, como si fuera propio. Que a final de temporada no tengamos que salir a recoger toneladas de basura, esparcida por doquier, como ocurre en estos momentos.
Hay que promover potentes campañas de concienciación y protección para que la temporada de setas vuelva a ser una bendición y no una perdición, como es ahora, para la mayoría de habitantes del mundo rural.
El autor es el alcalde de Borredà