A estas alturas de nuestra experiencia democrática y de los resultados cosechados en cuantas empresas pusieron sus manos nuestros políticos (del color que se quiera) sabemos que éstos fueron tan parecidos como trágicos.
Qué difícil resulta encontrar una sola empresa, que haya sido total o parcialmente gestionada por el mundo político, y haya terminado en pie. Ha habido, eso sí, empresarios y profesionales independientes ejemplares que se vieron tentados por la política y aguantaron poco tiempo inmersos en ese mundo, que se rige por tan distintos criterios al empresarial.
Básicamente, las causas fundamentales que se han dado en la mayoría de las empresas politizadas han sido:
-La utilización para sus fines políticos, vía créditos que se condonan.
-Sueldos disparatados sin aparecer por el trabajo (a veces, apareciendo, para deshacer en vez de hacer).
-Operaciones de compraventa de activos, mediando comisiones o precios de favor.
Dejamos al margen la corrupción pura y dura, porque para ella no necesitan empresas que gestionar, aunque también en ellas se haya practicado.
A veces, en alguna tertulia, hacemos comentarios sobre algún político que dejó voluntariamente esa actividad y demuestra su valía en el mundo laboral.
Por lo general, son personas válidas, curtidas y con las que podrían formarse buenos equipos políticos, incluso habiendo pertenecido a distintos partidos, pero normalmente son ésos los únicos que salen de la política voluntariamente.
El gran problema de la mayoría de nuestra clase política es que entran en ella recién salidos del cascarón, la mayoría de veces con estudios insuficientes y sin ningún conocimiento del mundo laboral o empresarial, cosa que debería ser obligatoria, ya que cualquier ente con presupuesto propio merece ser tratado como empresa.
Si nos proponemos seriamente hacer un repaso de todas las empresas que, de una u otra forma, fueron dominadas por nuestros políticos, serán muy pocas las que hallaremos vivas, mientras el cementerio es inmenso.
Ahora, que se está agotando su mina, no es extraño que echen su mirada hacia lo poco que aún funciona, lo hace bien y les ofrece capacidad de seguir con su juego tradicional.
¿Que no tienen ni idea del negocio? Da igual, las concesiones bien llevadas históricamente tienen margen hasta convertirlas en harapos.
En Terrassa, tenemos el mejor ejemplo de las bien gestionadas, Mina, además de ser la empresa más antigua de España, a por la que van a toda costa en nuestro Consistorio.
Mientras buscan con desespero quien se haga cargo del desastre del transporte público, donde ellos personalmente han demostrado sus dotes para destruir.
Si hubiese un poco de dignidad, seguramente se buscarían fórmulas más válidas que el simple abordaje, además hecho normalmente de forma poco ortodoxa.
Pero da igual, es una plaga que se cierne inexorablemente sobre todas las concesiones que quedan en este país y hay que temerse que será una plaga muy resistente.