Suele suceder, cuando un grupo de personas, procedentes de un mismo lugar, sienten añoranza de sus orígenes, que alumbran un punto de encuentro en el que poder recordar sus raíces y esos usos que, por la lejanía, se quedan arrinconados sin querer, pero sin remedio. Es lo que le sucedió a un contingente desconocido de aragoneses que, en 1914, establecieron la llamada Colonia Aragonesa de Tarrasa, con el fin de mantener vínculos culturales con su tierra de origen.
Su primera premisa era la de conmemorar la festividad de la patrona aragonesa por excelencia, la virgen del Pilar. Invariablemente, también se preparaban excursiones por los alrededores de Terrassa, buscando el contacto con la naturaleza, en parajes como Sant Llorenç o la Serra de l’Obac. Pasarían más de diez años para que esta asociación gozara de su primera sede, gracias a la compra de un local en la calle de Correos.
Dos años más tarde, en 1929, célebre por lo que supuso la Gran Depresión, producto de la caída de la Bolsa en Estados Unidos y que sumió al mundo industrializado en una crisis tremebunda, esta organización adquirió su nombre definitivo, Centro Aragonés de Terrassa, y se refrendó su categoría con el establecimiento de unos estatutos. Fue el 5 de enero de ese año, dos días después de que el circo de Búfalo Bill (sin Búfalo Bill, muerto doce años antes, pero el espectáculo continúa, dicen), actuara en la Plaça del Progrés. Su primer presidente fue Quintín López Gómez.
Esta asociación vela por los aspectos más culturales, y se encarga de crear una biblioteca, y cuenta con un grupo de teatro. Además, en su sede se dan conferencias y cursillos para enseñar a leer y escribir, y se edita un boletín informativo interno, mensual. El excursionismo y el baile, son otras dos muestras de sus afanosa proyección y de su voluntad cultural.
Con el estallido de la Guerra Civil, en 1936, el Centre Aragonès se ubica en un espacio más grande, en la calle Topete. Entonces cuenta con más de 300 asociados. Tras la finalización del período bélico, el flujo de actividades de esta agrupación no fue tan boyante como antaño, aunque mantuvo su presencia, sin cambios sustanciales a destacar. En el año 1942, en plena Segunda Guerra Mundial y con el ejército japonés invadiendo todo lo que se le ponía por delante, el Centre Aragonès se desplazó a un bar de la calle Font Vella, atendido por la familia Martí durante más de treinta años, sede en la que permaneció hasta que cerró sus puertas en 1978, año en el que Argentina ganó el Mundial de fútbol, por primera vez en su historia.
Lamentablemente, el cierre de este establecimiento provocó la casi desaparición de esta sociedad, aunque, en 1997, el empeño de la añoranza devolvió a Terrassa esta entidad de aragoneses, y gracias al impulso de un grupo de apasionados de la jota, de nombre "Los Pilares de Aragón".