Terrassa

Veinticinco años después, las emociones siguen a flor de piel

El 25 de julio de 1992 los ojos de todo el mundo estaban fijados en Barcelona, ya preparada con sus mejores galas para la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1992. El nerviosismo ante un arranque que se presumía vital en el desarrollo de la cita olímpica se mezclaba con el enorme entusiasmo de una ciudadanía que se había volcado en la cita más importante de la historia contemporánea de la ciudad y del país. En Terrassa, entretanto, la ciudad aguardaba el inicio de la competición olímpica un día más tarde, habiendo agotado las banderas olímpicas y de Catalunya en sus establecimientos, con las selecciones de hockey ultimando los últimos detalles y su ingente ejército de más de 500 voluntarios impacientes por entrar en acción. “La celebración de los Juegos constituye el acontecimiento más importante de la historia del deporte terrassense y, a la vez, el hecho, no sólo deportivo, de mayor proyección exterior de nuestra ciudad”, escribió aquel día el alcalde de la ciudad, Manuel Royes, ante un momento que todo el mundo sabía que era histórico.

A las ocho de la tarde de aquel memorable 25 de julio de 1992 se inició la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona en el restaurado Estadi de Montjuïc. Una ceremonia majestuosa que asombró al mundo por su modernidad y carácter innovador, que rompió moldes con el pasado y que mostró al mundo una Barcelona abierta y moderna dispuesta a desarrollar los mejores Juegos Olímpicos de la historia. Allí, dentro de aquel gigantesco escenario en el que se convirtió el estadio barcelonés, no sólo los deportistas olímpicos terrassenses vivieron la emoción de aquel momento inolvidable. L’Estart Egarenc y la Agrupació Amunt i Crits tomaron parte en la ceremonia. Y el terrassense Enric Ycart fue el encargado de izar la bandera olímpica en el estadio.

Un inicio clave
El efecto que tuvo aquella ceremonia en el éxito de los Juegos de Barcelona fue indiscutible. Josep Miquel Abad, consejero delegado del COOB’92, explica que aquel día tuvo el convencimiento de que todo iba a funcionar del mejor modo posible. “Cuando la flecha encendió el pebetero tuve la convicción de que todo iría bien”, señala. “Fue aquella ceremonia inaugural, la certeza del éxito, lo que liberó la energía colectiva contenida, la señal que permitió transformar la expectativa ansiosa y nerviosa en alegría desbordante y participación masiva de la gente, lo que dio paso al sentimiento expresado con la contundente afirmación “lo hemos hecho”, es decir la asunción individual y colectiva del protagonismo y del triunfo.”

Los sentimientos vividos por los deportistas terrassenses en aquella jornada, muy cerca muchos de ellos de su debut en las competiciones, también resultan superlativos. “Mi mejor recuerdo de los Juegos es el desfile de la ceremonia inaugural”, explica el tirador Josep Bladas. “Fue una experiencia extraordinaria. Aún se me pone la piel de gallina cuando recuerdo el recibimiento que nos dispensó la gente cuando aparecimos en el estadio de Montjuïc. Eso sólo lo podíamos vivir aquí, porque en cualquier otro sitio hubiésemos sido uno más.”Bladas añade que se emocionó, él que se confiesa poco dado a las emociones. “Yo no iba en las primeras filas. Pero notamos el momento en el que los primeros salían al estadio por el estallido de júbilo de la gente. Escuchábamos los gritos, la emoción de la gente. Y te morías de ganas de salir.”

Ese sentimiento es coincidente en la mayor parte de los deportistas que participaron en aquella histórica jornada. “Fue muy emocionante”, señala la nadadora Cristina Rey. “Tengo el recuerdo fresco de nuestra salida al estadio, el recibimiento de la gente. Ya en el Palau Sant Jordi, donde esperábamos nuestro turno, tenía la piel de gallina viendo las imágenes de la ceremonia. Pero ya en el estadio, caminando por los túneles, la sensación era extraordinaria. Todo el mundo quería hacerse fotos con el Príncipe Felipe, nuestro abanderado. Y la aparición en el estadio fue algo fantástico, como si la gente se metiese dentro de ti. Yo sólo buscaba a mi padre, que siempre estuvo conmigo en todas las competiciones. Aquella vuelta al estadio fue extraordinaria. Y el momento en que se encendió el pebetero, la culminación.” Cristina Rey, 16 años y la más joven componente de la delegación española de natación, desfiló en las primeras filas, muy cerca del Príncipe abanderado.

Pere Fité., subcampeón olímpico de frontenis, no duda en destacar aquella jornada inaugural como un día inolvidable. “No hay palabras para explicar lo que sientes allí, en medio del estadio. Fue muy emocionante. Y pensaba: estoy aquí, desfilando con los mejores deportistas del mundo y en este estadio, en Barcelona. Aquella vuelta al estadio es algo irrepetible e inolvidable que queda para siempre dentro de tu corazón.” Fité, que encaraba la recta final de su carrera, nunca se había imaginado en una situación semejante.

Emociones
Rubén Michavila fue uno de los componentes de la selección española de waterpolo que se proclamó subcampeona olímpica. Sólo participó en unos Juegos, los de Barcelona. Y también admite la jornada inaugural como uno de los instantes de mayor carga emocional. “Los más jóvenes del equipo íbamos muy pendientes de los jugadores de la NBA”, recuerda en relación a la presencia por primera vez en una cita olímpica de los mejores jugadores estadounidenses. “Tienes la sensación de que vas saludando y todo el mundo te mira. Fue una experiencia brutal, seguramente aún mayor por ser en casa. Ser olímpico es la máxima expresión para un deportista. Es una historia que siempre te acompañará y que premia también los esfuerzos que han hecho tus padres. Te sientes feliz, sientes que has llegado.”

Hoy, 25 años después, Barcelona y Terrassa se esfuerzan en recuperar el espíritu que presidió dos semanas extraordinarias que cambiaron a Barcelona y al deporte español.

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