Opinió

Una sociedad limitada, sin límites

Lentamente se van conociendo algunos entresijos de lo que podríamos llamar “operación salvamento” del Banco Santander. Al final, se quiera o no, fue el que más crudas calificaciones, después del Deutsche Bank, cosechó en los tests de estrés realizados a nivel internacional.

Se da por hecho, por ejemplo, que el señor Saracho, hombre de confianza de la señora Botín, fue “designado” presidente del Banco Popular para preparar el nuevo organigrama del banco más que para buscar soluciones futuras a la institución.

Sólo así se entiende que el día “D” estuviesen organizados todos los relevos de personal, se cerrasen las oficinas seleccionadas y se cambiasen rótulos de un banco por otro, con tanta puntualidad y pulcritud.

Intervenir al Popular, porque al día siguiente podía tener problemas de liquidez, suena un tanto ridículo cuando llevamos tantos años viendo cómo el Banco Central Europeo inunda los mercados, sin mirar mucho quiénes son los tomadores y presionando los tipos de interés a la baja.

No puede tener otra justificación que la de involucrarlo en esa operación de salvamento de nuestro gran monstruo y sus accionistas -Santander – que era quien tenía un problema poco conocido por el gran público, de nombre curioso y un tanto intrascendente: Administración de Bancos Latinoamericanos Santander, S.L., sociedad poseedora de todo el imperio Botín en Hispanoamérica, no consolidada con el resto del grupo. ¡Qué controles los de nuestro país!

Su situación patrimonial era tan disparatada que sólo se podía resolver a nivel europeo y sobre el que seguramente nos resultara imposible saber cifras concretas, teniendo en cuenta los secretos impuestos y lo que de rocambolesca tiene la operación.

El Banco Santander compró por un euro el Popular al Mecanismo Único de Resolución, ante el riesgo de que al día siguiente el Popular no dispusiera de liquidez… El sistema utilizado nunca antes se había puesto en marcha y, por más que esté respaldado por el Banco Central Europeo, puede ser fuente de no pocos líos judiciales.

La operación clave es la fusión de la Sociedad Limitada con el Banco Popular. Los accionistas de éste, desposeídos de sus derechos de forma cuando menos dudosa, se pueden poner nerviosos si algún día logran conocer la mezcla de churras con merinas que, en esta ocasión, sí habrán tenido que aprobar los auditores, al realizar la fusión mencionada (Sociedad Limitada con Popular). Es en esta fusión donde los perdedores pueden encontrar su filón. En resumen, el problema no digerible era de la filial 100% del Santander, fruto del empuje comprador de don Emilio, justo antes de empezar la crisis. La diferencia entre aquellos costes y los valores actuales, añadida a los no pocos problemas surgidos en el tiempo, tiene por fuerza que ser el motivo de la intervención europea.

Es difícilmente vendible que el Santander quede como salvador del Popular, sus accionistas salgan indemnes y los del Banco Popular, aunque tuviese problemas, sean desposeídos de todos sus derechos.

Si nuestros máximos árbitros europeos lo han visto normal, no se entiende que la parte más problemática sea privada de luz y taquígrafos.

To Top