Un año más, la Festa Major de Terrassa ofreció su tradicional Cercavila, que congregó a cientos de personas por las calles del centro de la ciudad. El folklore, la tradición, la música y las ganas de fiesta se apoderaron de las calles por una tarde.
El recorrido comenzó con música en directo: tambores, panderetas e instrumentos tradicionales de todo tipo. Bandas de jóvenes y adultos; todos tocaron unidos. Al compás de la música, los mejores bailarines la ciudad sacaron a relucir sus mejores galas para esta ocasión tan especial.
Los más aclamados, como de costumbre, fueron los Diables de Terrassa. Los jóvenes dejaban un rebufo de asombro y pólvora a su paso. Explosiones, tracas, bengalas y espectáculos con fuego. Los Diables ofrecieron exhibiciones de todos los colores que pudieron disfrutar padres y niños.
Especial mención merecen también los castellers. Durante el recorrido, los grupos fueron tomándose peculiares “descansos” para alzar imponentes figuras humanas. Los castells estaban formados por jóvenes; pero la complejidad y valentía que requerían eran dignas de personas mucho más mayores y experimentadas.
A mitad de su recorrido la lluvia intentó frenar la fiesta. Una tormenta veraniega cayó sobre la 6.30 de la tarde. Para sorpresa generalizada, los grupos artísticos continuaron con su travesía. Después de un largo año esperando a que llegara la Festa Major, nada les iba a frenar. El público respondió con una cerrada ovación.
Después de recorrer la Rambla de Ègara, el Portal de Sant Roc y la Calle Major, la Cercavila se detuvo en una Plaça Vella llena hasta la bandera de Gegants, Capgrossos, Bastoners, sardanistas, castellers y diables. A su llegada, realizaron una última función para deleite del público. Un año más, Terrassa celebraba su fiesta grande rodeada de tradición e ilusión.