El Forn Artesà Vergés cerrará mañana sus puertas dejando tras de sí una historia más que centenaria en su emplazamiento de siempre en la céntrica calle de Sant Pere. Con él, la ciudad pierde un panadería, totalmente artesanal, muy conocida y querida, y con una variedad de panes excepcional. Corría el año 1917, cuando Llorenç Vergés, abuelo del actual propietario y "forner", Miquel Vergés Noguera, se hizo cargo del establecimiento de la calle de Sant Pere, aunque hay constancia de la existencia de un horno en este lugar desde 1830.
Tras Llorenç Vergés, continuaron con el negocio sus hijos, Joaquim, Caterina y Dolors. En esta última y extensa etapa, han estado al frente de la panadería la tercera generación de esta familia terrassense, Miquel Vergès y su mujer, Dolors Calvis, que han seguido, toda la vida, haciendo el pan en el mismo horno con la "técnica antigua de masa madre, fermentación larga y buena cocción", comenta Miquel Vergés, alma máter, justo a su esposa, de esta panadería.
No se trata de una jubilación, ya que a Miquel Vergés todavía le quedan años para ello, sino un replanteamiento vital lo que da pie al cese de la actividad en este negocio. Así de sencillo y claro lo explica este panadero. El matrimonio tiene tres hijos que han encauzado sus vidas profesionales en otros sectores, y han preferido no continuar con la profesión de la familia. "Ilusión no me falta para continuar; ayer (por anteayer) estaba probando nuevas variedades de pan. Pero empiezo a temer que un día me fallen las fuerzas y el negocio, por decirlo así, acabe conmigo. Por tanto, es más por la parte física que no por la falta de entusiasmo. Llevó cuarenta años haciéndolo y siempre me he levantado con muchas ganas de trabajar", comentó Miquel Vergés. También da por cerrada esta etapa de su vida, muy sacrificada en el trabajo, junto a su mujer.
Agradecimiento a los clientes
"Queremos hacer vida normal, aún somos jóvenes, y tenemos todo el derecho. La vida no es sólo trabajar, como hemos hecho hasta ahora", comenta. Miquel Vergés remarca, sobremanera, la tarea que ha desempeñado su esposa en el trabajo de cara al público. "Yo puedo hacer un gran producto, y si no se sabe vender, no sirve para nada. Es muy importante el trato con el cliente". Y en esta tarea Dolors Calvis y los empleados se han ganado una matrícula "cum laude". "Tenemos muchos clientes fieles, que durante años y años han valorado nuestro trabajo, y con los que tenemos una relación de afecto. Vamos, que nos quieren mucho y nosotros a ellos". Otras de las claves del éxito de este establecimiento en su gran oferta. "Nosotros no hemos vivido nunca del volumen de pan, sino de la variedad. Un día podemos llegar a tener en la tienda entre 35 y 40 variedades. Nuestro cliente ha valorado esto siempre y muchos se desplazan expresamente y nos les importa perder tiempo en el traslado". Mañana por la tarde, esa panadería cerrará definitivamente sus puertas con la satisfacción de culminar una extensa y reconocida trayectoria.