Barcelona, Hospitalet y Terrassa; ese es el orden. Terrassa es ya oficialmente la tercera ciudad de Catalunya con 216.784 habitantes. Y eso, ¿es bueno o es malo? Es lo que e; a efectos prácticos, de momento, puede ser irrelevante, pero no cabe duda de que ocupar un lugar en el podio de la población convierte a la ciudad en un referente, al menos el poblacional. La ciudad revalida su responsabilidad para con sus ciudadanos en el sentido de que debe organizarse para poder seguir dando respuesta a las necesidades generan el crecimiento.
Lo primero que se debe tener en cuenta es si el aumento de población es coyuntural o una tendencia que puede consolidarse. Quizás sea pronto emitir un juicio de valor al respecto. En 2016 el padrón aumentó en dos habitantes más, pero este año el crecimiento se han superado los 1.300 nuevos vecinos. Es cierto que se observa en los datos cierta volatilidad, pero en global, en los últimos cinco años, el saldo es positivo.
Además de analizar las razones que llevan a esta nueva situación, habrá que ver cómo evolucionan las cifras de la población. Barcelona vuelve a expulsar habitantes con cierta fuerza; la crisis de los alquileres está dibujando una nueva ciudad y como ya ocurrió en los tiempos de la burbuja inmobiliaria son muchas las personas que buscan precios razonables en la región metropolitana. En este sentido, recordemos que no hace muchos días, el alcalde Jordi Ballart alertaba de que una buena parte de los nuevos empadronados respondían a personas que llegaban a la ciudad para ocupar viviendas y solicitar los beneficios sociales implantados por el Ayuntamiento.
El parque de vivienda vacía empieza a reducirse y también se observan ya las primeras promociones de vivienda nueva desde 2008. Podríamos establecer ciertas similitudes con lo ocurrido cuando se empezó a inflar la burbuja inmobiliaria y quizás deberíamos preguntarnos si Terrassa va a caer nuevamente en el mismo error de convertirse en el gran referente catalán de la construcción. Seguramente no se dan las mismas circunstancias y las entidades bancarias no van a permitir que esto se produzca. No obstante, si que deberíamos seguir de cerca la evolución del precio de los alquileres y que salvando las distancias pueda ocurrir en Terrassa lo que está ocurriendo en Barcelona. El aumento de población puede ser de momento irrelevante, pero no por ello debemos hacer caso omiso a las cifras. Ayer hablábamos de pensar la ciudad y este es un aspecto de reflexión importante, porque marcar los límites es una forma de definir un modelo.