Corren unos tiempos en que cualquier disparate, por inimaginable y desproporcionado que nos parezca hoy, puede ser rabiosa actualidad mañana y arrastrar a miles de ciudadanos enardecidamente convencidos.
El rey de esos disparates, ahora y seguramente a lo largo de toda la historia pasada, el bitcoin, es como el estandarte o como un monumento al sinsentido colectivo, quizás no sólo por haber sido la primera en aparecer, sino por la evolución de su precio, el volumen de sus operaciones y el saldo en circulación.
Es imposible predecir hasta dónde puede llegar su cotización, no sólo porque haya muchos ciudadanos que son capaces de comprar "humo" si ven que sube y sube, sino porque, incomprensiblemente, cuenta con el anonimato fiscal de quienes en él se mueven.
Ese anonimato facilita que, a través de él, se mueva el dinero más negro, corrupto, droguero o procedente incluso del crimen organizado, con total libertad e indemnidad. Seguramente parte de quienes lo utilizan para alguno de esos fines sean los mismos que tienen la capacidad y la obligación de que sus datos fiscales sean controlados, igual que sus movimientos, sus plusvalías y, en especial, su procedencia.
Es curioso que, en este país nuestro, se controle según qué movimientos en moneda de curso legal, se considere casi un "apestado" el billete de 500 euros, también de curso legal, y no se tome medida alguna para controlar procedencia, plusvalías y cuanto a través de sus movimientos podría descubrir el señor Montoro, tan empeñado en la lucha contra el fraude fiscal.
A lo largo de la historia, parece como si el ser humano hubiese necesitado complicarse la vida con temas de los que, pensando racionalmente, deberíamos ver la inviabilidad y que, en general, el motor principal con que cuentan es la codicia.
Tengo en mis manos un ejemplar del libro "Confusión de confusiones", editado en el lejano año 1688, digno de ser leído y releído.
Ya en aquellos tiempos, en la avanzada sociedad holandesa, dentro de su activo mercadeo, se produjeron casos memorables de los que el precio de las cabezas de tulipán alcanzó tan disparatados niveles que terminó por arruinar a medio país.
En España, casi permanentemente hemos tenido casos ingeniosos como aquel del sol embotellado para extranjeros, en la Costa del Sol, los Soficos, las Cafisas, los Fórums Filatélicos, etcétera, hasta llegar a las preferentes y todo tipo de productos sofisticados, nunca entendidos por mucha clientela y, a veces, ni siquiera por el personal bancario que lo propagaba.
Pero no lo duden, el campeón de los "batacazos" sublimes, más pronto que tar- de, será sin lugar a dudas el venerado bitcoin.