“La quinta posición que obtuvimos quedó eclipsada por el éxito del equipo femenino. Tuvieron la suerte que a nosotros nos faltó.” El análisis corresponde al terrassense Santi Grau, portero de la selección española de hockey en los Juegos Olímpicos de 1992, quinta clasificada en un torneo en el que se quedó muy cerca de las semifinales y, por tanto, de la lucha por las medallas. Un diploma olímpico y un juego valorado internacionalmente como uno de los más sólidos de la competición no fueron premios suficientes para una generación que aspiraba a dar un salto de calidad en Terrassa. Exceptuando la medalla de plata de Moscú’80, Juegos Olímpicos marcados por el boicot de una buena parte del mundo occidental, la selección masculina no había estado por encima de la sexta posición en cinco de las seis anteriores ediciones de los Juegos. En Seúl’88, por ejemplo, acabó novena y en Los Ángeles’84 octava. El cambio mostrado ya en 1992 culminó cuatro años más tarde en Atlanta, con la medalla de plata obtenida por el conjunto español. Sin embargo, el gigantesco éxito conseguido por la selección femenina, que conquistó la medalla de oro, dejó en un segundo plano el papel desarrollado por la selección masculina.
El papel de España
“Un quinto lugar en aquellos momentos era una buena clasificación”, reflexiona 25 años después el capitán del equipo olímpico, el terrassense Nani Escudé. “La guinda hubiese sido entrar en semifinales, porque el hockey español lo necesitaba. Pero con la perspectiva del tiempo todo se ve diferente y se puede hablar de una muy buena clasificación.”
La selección que compitió en Terrassa tenía un claro componente local. Doce de los dieciséis jugadores que formaron parte de aquel equipo eran egarenses, además del seleccionador, Santi Cortés. Esa circunstancia identificaba aún más a aquel equipo ante una ciudad que se volcó para organizar el mejor torneo y que demostró su interés por el acontecimiento acudiendo a los partidos de España en gran número.
“Desde que me hice cargo de la selección tuve claro que tenía que ser neutral en mis decisiones, sin tener en cuenta las vinculaciones con un club o una ciudad”, explica el entonces seleccionador, Santi Cortés, en relación a la personalidad de aquel grupo formado mayoritariamente por terrassenses. “Si la selección tenía tantos jugadores de Terrassa era porque aquí los clubs trabajan muy bien.”
Esa personalidad terrassense tenía una incidencia emocional indiscutible en sus jugadores. Y era preciso gestionarlo. Para ello, hubo un trabajo específico a cargo del psicólogo Pepe Marí. “Sabíamos que podía suponer una presión extra para el jugador. Y lo que queríamos era que fuese un elemento motivador”, explica Cortés.
Nani Escudé narra cómo vivió la experiencia de jugar en casa. “La sensación de llegar al estadio y ver la avenida llena de indús, pakistaneses, gente de todos los países era increíble. Te sentías en el centro del mundo del hockey y era en tu casa. Fue especuacular, muy emocionante.”
Un partido clave
La selección española se quedó fuera de las semifinales de la competición olímpica después de acabar tercera en el grupo “B” de la primera fase del torneo. Debutó con una victoria por 3 a 0 contra Nueva Zelanda, con goles de Nani Escudé, Xavi Escudé y Pere Jufresa. El segundo partido, contra Holanda, se entendía como decisivo. Y España perdió por 2 a 3 en un encuentro polémico por las decisiones arbitrales. Tres tantos de penalti córner de la estrella holandesa, Floris Jan Bovelander, resolvieron aquel encuentro con una acción final discutida en la que los árbitros no concedieron un gol en el último segundo a Nani Escudé, que remató una bola muy ajustada a la línea del área. Esa acción podría haber cambiado el futuro del torneo.
A pesar del duro golpe moral de aquel resultado, España se mantuvo dentro del torneo. Ganó a Malasia (5-2) y al Equipo Unificado (4-0). Y se lo jugó todo en el último partido de la primera fase contra Pakistán. Pese a que España llegó a igualar el encuentro, los asiáticos golearon por 1 a 6 y acabaron con las opciones de medalla.
España se vio obligada a luchar de la quinta a la octava posición, lejos de la pugna por el podio. A pesar de ello, el equipo mantuvo el buen tono con el objetivo de alcanzar la quinta plaza. Primero ganó a India por 2 a 0 y después a Gran Bretaña, campeona olímpica en Seúl’88, por 2 a 1, cerrando un torneo más que notable.