El colegio Maria Auxiliadora celebra hoy cinco décadas de complicidad con La Maurina y con las clases populares. Aquellas jóvenes monjas que fundaron el centro han dado paso a una escuela seglar, moderna e inclusiva
En verano de 1966 sonaba el teléfono de la provincial salesiana de Sarrià. Era el alcalde Miquel Onandia que, preocupado por la llegada masiva de inmigrantes al Torrente de La Maurina y la falta de una escuela religiosa para las niñas del barrio, ofrecía un gran solar en la "frontera" con Ca N’Aurell. Un año después, el primer equipo de monjas salesianas ponía en marcha su proyecto docente en la ciudad, inaugurando las cuatro primeras aulas de guardería e infantil del colegio Maria Auxiliadora.
Las Salesianas llegaron a La Maurina como el barrio, dispuestas a empezar de cero. En el entorno de la escuela, empleados del textil y de la construcción. Parejas jóvenes llegadas de Andalucía, Extremadura, Aragón, Murcia y también catalanas que necesitaban colegio para sus hijos. Así se consolidó la primera guardería laboral de la ciudad, en pleno baby boom. El tercer fin de semana "las sales", como se las conoce popularmente, ya atendían a 200 niñas y niños.
"Nos fascinó aquel ambiente plural, de respeto y tolerancia -explica Raquel Noaín, directora de la Comunidad de las Salesianas-. Tuvimos claro desde el principio que, junto al sentir religioso, teníamos que dar espacio a formas de expresión distintas desde el respeto a las identidades".
Así surgieron los festivales de danzas regionales, las clases de música y las representaciones de Los Pastorets. También las salidas a la "montanyeta" el "día de la tortilla" y las excursiones mixtas con los alumnos de los Salesianos, con profusión de actividades.
El responsable del centro juvenil, el entonces sacerdote Jesús Lacue, fue un puntal del movimiento salesiano en la ciudad y del proyecto colaborativo entre los Salesianos y las Salesianas. Volcados todos en la formación profesional de sus alumnos, ellos fueron los primeros en implantar en Terrassa la FP de mecánica, delineación, electricidad, administrativo y electrónica, y ellas la de diseño y corte y confección industrial.
Microcosmos
En un contexto de escuela franquista, las Salesianas funcionaron en sus inicios como un pequeño microcosmos. Puertas adentro, los primeros equipos docentes, liderados por la salesiana vasca Maria Jesús Aldazábal, los integraban monjas valencianas, catalanas, sobre todo vascas y navarras. Todas, y en especial estas últimas, con una particular impronta emprendedora, determinadas a consolidar un modelo de escuela religiosa, abierta e inclusiva.
En las Salesianas, en los 70 ya se impartían clases de catalán, educación personalizada, en contacto permanente con las familias y abierta al barrio. Hoy, 50 años después, la escuela Maria Auxiliadora sigue siendo una institución en La Maurina -que bautizó sus calles con los santos de la congregación-, un actor más junto a la AVV, los comerciantes y las entidades sociales.
La de las Salesianas nunca fue una escuela política, aunque sí comprometida. Muchas monjas vivieron en noviembre de 1975 la muerte de Franco "como una liberación, porque veníamos de familias represaliadas en el sur, en Catalunya, en Navarra y en Euskadi", reconocen ahora, aunque entonces se cuidaron bien de no exteriorizarlo.
Buena parte de aquellas primeras monjas -Sagrario, Arantxa, Raquel, Juanita,Mercedes…- llegaron a Terrassa con apenas 21 y 22 años, recién tituladas como parvulistas y maestras. En un entorno de escuela abierta y tolerante, en 1971 pidieron quitarse el hábito, pero tuvieron que esperar 7 años para hacerlo.
"Desde la provincial nos pedían estadísticas de cuántos padres y alumnos iban a la iglesia", explican hoy. "Iban bastantes, pero los más colaboradores eran siempre los comunistas del PSUC, personas como Cayetano Giménez que siempre estaban dispuestas a colaborar en todas las iniciativas. Aprendimos muchísimo de ellos, de su empuje".
La comunidad recuerda especialmente la dureza del crack del textil en los 80 y las visitas "de padres jóvenes llorando porque se habían quedado sin trabajo. Lo habían perdido todo y no sabían qué hacer con los niños. Tuvimos que movilizarnos, como hemos vuelto a hacer ahora", cuando la crisis ha vuelto a golpear a las clases populares.
Modelo seglar
50 años después de aquel inicio, el colegio Maria Aixiliadora es hoy una escuela íntegramente seglar. Hace décadas que la congregación salesiana incorporó el principio de la corresponsabilidad con los laicos, primero contratando profesores no religiosos -en Terrassa desde la primera guardería- y más tarde dejando la dirección de las escuelas en manos de profesionales con poderes de representación.
La red docente salesiana ha crecido siempre a mayor velocidad que la congregación y la crisis de vocaciones ha acabado por configurar un modelo secular. En este momento, no hay ninguna monja ni en la dirección de los centros ni en tareas docentes. La congregación supervisa el proyecto pedagógico y se vuelca ahora en los proyectos sociales.
En Terrassa, a través de la Fundació Maria Auxiliadora, ofrece refuerzo escolar, orientación laboral, talleres de inserción y trabaja la mediación. El programa "Pam a Pam" imparte alfabetización en castellano y catalán a los recién llegados.
En paralelo, la comunidad salesiana promueve la integración social y laboral de las personas en riesgo de exclusión a través del proyecto "Viver, teixint oportunitats", subvencionado por los fondos europeos. Las monjas han creado una empresa, Insieme (juntos en italiano), que ocupa una media de 10 trabajadores y que atienden pedidos textiles para un total de 14 empresas. En 2016, sirvieron 25 mil bañadores a una conocida firma española.
En plena celebración de sus bodas de oro, el colegio Maria Auxiliadora es hoy una escuela adaptada a los cambios, que impulsa la innovación pedagógica y donde el alumno se implica en el aprendizaje de conocimientos y en el trabajo por proyectos y cooperativos. Un pasado intenso y solidario. Un futuro por descubrir.