Opinió

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El president Puigdemont hizo público ayer el acuerdo del Govern por el que el referéndum de independencia se celebrará el 1 de octubre y de la misma forma hizo pública la pregunta que se formulará a la ciudadanía que, como anunció previamente, es inequívoca y muy alejada del modelo utilizado el 9-N. Llegados a este punto, sólo podemos confirmar lo que parecía evidente, que el libro de ruta del procés continúa adelante y que en este momento se tiene ya una fecha en el horizonte en la que acabará, empezará o continuará todo.

Depende de las consecuencias, cabe la posibilidad de que acabe el proceso de consulta y se inicie el proceso constituyente; que se acabe el proceso como consecuencia del choque de trenes, en cuyo caso el escenario es imprevisible; que no se lleve a cabo la consulta, se convoquen elecciones, los resultados sea similares a los actuales, aunque con la presidencia de Oriol Junqueras, y se continúe en la tónica actual en una especie de bucle interminable.

De hecho, imaginemos que la convocatoria de elecciones refuerza la mayoría independentista en el Parlament. O de igual modo, que esa mayoría pierda fuerza, como ha ocurrido en la elecciones británicas en Escocia. Siguen, en fin, habiendo más preguntas que respuestas, pero de lo que no cabe duda es de que no se llevará a cabo un referéndum pactado y eso provoca que las incógnitas sobre lo que pasará y cómo se gestionará la situación, generen una sensación incluso de desasosiego.

De cualquier modo, el procés nos está enseñando a afrontar la situaciones a muy corto plazo, en función de las acciones del Govern y las reacciones del Gobierno. El mañana está muy lejos y todavía queda un intenso camino por recorrer hasta octubre. Ahora hay que pensar en cómo llegaremos a la fecha señalada, en como se gestionarán las leyes de desconexión, qué reacción habrá ante la ley de la hacienda catalana, la de la seguridad social, si habrá urnas y papeletas, cuál será el papel de los funcionarios, si habrá espacios para llevar a cabo la consulta, si ésta será algo más que lo que fue el 9-N, cómo será la participación y cuál será la legitimidad del resultado.

Nos esperan meses de una intensidad política absolutamente desconocida, ciertamente imprevisibles, y en torno al mes de octubre podremos comprobar si el líder local de ERC tiene razón cuando advierte de que el pacto entre el PSC y PDeCAT en Terrassa tiene los días contados.

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