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Inversiones en la ciudad gracias al impulso olímpico

En el capítulo anterior de esta serie nos referimos a la importante inversión en obras que se llevó a cabo en el Àrea Olímpica como núcleo de la disputa de la competición olímpica de hockey. Una actuación de gran calado a la que había que añadir la paralela construcción de la zona deportiva de Can Jofresa, a donde se trasladaron las actividades atléticas de la ciudad y el principal pabellón polideportivo. Pero, además de ello, la ciudad tuvo que mejorar en distintos aspectos para adecuarse a las exigencias de la Família Olímpica. “Muchas de las obras que hicimos se hubiesen demorado. Y se hubiesen demorado mucho”, señala al respecto Pere Montaña, gerente de Urbanismo del Ayuntamiento en 1992. “Dimos un salto adelante de muchos años.” La inversión pública se situó alrededor de los ocho millones de euros, a los que se deben añadir iniciativas privadas de notable importancia como la construcción del Hotel Don Cándido, cuyo coste fue de casi 10 millones de euros.

Buena parte de esas actuaciones de mejora se llevaron a cabo en los alrededores del Àrea Olímpica, punto neurálgico de la actividad en aquel verano del 92. La operación de mayor impacto económico fue la urbanización del sector de Can Roca, una zona colindante al Àrea Olímpica donde se ha levantado uno de los nuevos barrios de la Terrassa postolímpica cuyo despegue hay que situar en el calendario olímpico. La operación económica se elevó hasta los 700 millones de pesetas (4,2 millones de euros) y la inversión recayó principalmente en los promotores inmobiliarios. Esa zona se dedicó a aparcamiento durante los Juegos Olímpicos, una exigencia organizativa con el fin de resolver lo que hubiese sido un déficit notable en la zona. Pese a no tratarse de un proyecto olímpico en su máxima expresión, urbanizar y parcelar el sector era obligado para adecuar el espacio. La facilidades dadas por las administraciones facilitaron el paso adelante de los promotores inmobiliarios para desencallar un tema que llevaba demasiado tiempo sin encontrar una salida. Fue el primer paso para adecuar la zona a la posterior construcción de viviendas.

“Aquello fue posible gracias al entendimiento que se produjo entre el Ayuntamiento y la Generalitat para que se aprobase un decreto de urbanización urgente de aquellos solares”, recuerda el entonces concejal de Deportes, Josep Casajuana. “Hasta entonces no había sido posible llegar a un acuerdo con los propietarios pequeños y medianos para la reparcelación.”

Mejoras múltiples
Alguna de las actuaciones programadas mejoró estéticamente el entorno de las instalaciones olímpicas. En ese sentido, se urbanizó la calle de Antoni Bros, además de reparar las fachadas de las casas y adecuar un nuevo acceso a las instalaciones olímpicas. También se trasladaron dos líneas de alta tensión que pasaban por encima del Camp Federatiu, con un coste de 136 millones de pesetas que financió Hidroeléctrica de Catalunya. Los accesos a la avenida del Abat Marcet se mejoraron en sus dos extremos. Por una parte, se remodeló la curva de conexión con la avenida de Josep Tarradellas y se actuó en el cruce de la avenida del Abat Marcet con la de Jaume I y carretera de Matadepera. En los dos puntos se instalaron, además, dos de las esculturas que formaron parte del programa “Càtex’92”. Con ello, se dio un principio y un final a la avenida, y se mejoró el acceso a la misma. Se invirtieron 110 millones de pesetas, a los que hay que añadir los 10 de la fuente luminosa que financió Mina d’Aigües.

El embellecimiento de la zona también tuvo un tratamiento especial. En la avenida del Abat Marcet se plantaron palmeras y miles de flores (10 millones de pesetas), se renovó la iluminación de esta vía y de la calle de Antoni Bros (31 millones).

Otra de las actuaciones relevantes fue la construcción del nuevo puente de Renfe al comienzo de la avenida de Josep Tarradellas. Tuvo un coste de 60 millones de pesetas, aportados por Renfe y el Ayuntamiento.

Más allá de todas esas actuaciones con sello olímpico, la actividad económica generada a través de los mismos incidió en actuaciones de mayor calado con una gran repercusión en la ciudad y cuyo volumen de inversión resultó muy alto. En ese sentido, destaca la mejora de la posición de Terrassa a partir de entonces en la red viaria catalana. La construcción del Túnel de Vallvidrea y de la autopista Rubí – Terrassa, con un coste económico superior a los diez mil millones de pesetas (más de 600 millones de euros) acercaron a Terrassa a la capital de Catalunya y la abrieron hacia el norte del país a través de la conexión con la autopista de Manresa y el Túnel del Cadí.

Comunicaciones
La mejora y reforma del nudo de comunicaciones de la parte sur de la ciudad vino también relacionada con esas nuevas vías. Y en ese punto se levantó el Hotel Don Cándido, promovido por el grupo CIRSA, y con un coste de 1.600 millones de pesetas (casi 10 millones de euros). Ese equipamiento vino a resolver el histórico déficit de plazas hoteleras de la ciudad y supuso la mayor apuesta privada del período olímpico. Todo ese sector de entrada a la ciudad, la primera imagen que tenían de la misma gran parte de los visitantes, fue mejorado estéticamente además de ejecutarse una actuación para urbanizar la calle del Tren de Baix.

Todo ese conjunto de actuaciones permitió a Terrassa vestir sus mejores galas y disponer de los servicios adecuados para desarrollar el mejor torneo de hockey.

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