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El año que vivimos olímpicamente

La primera de las dos mesas redondas programadas por el Ayuntamiento de Terrassa y Hockey per Terrassa dentro de los actos de conmemoración de los 25 años de la subsede olímpica de Terrassa en los Juegos Olímpicos del año 1992 fue un gran éxito. El auditorio de la sede central del BBVA en Terrassa reunió a un numeroso público para escuchar la mesa redonda sobre el impacto que tuvo la cita olímpica para la ciudad, fundamentalmente a nivel urbanístico y cultural.

Bajo la moderación del jefe de Deportes de Diari de Terrassa, Josep Cadalso, el acto reunió al alcalde de Terrassa durante la cita olímpica, Manuel Royes; su gerente de Urbanismo Pere Montaña; Miquel Solé, coordinador cultural de la subsede olímpica de Terrassa; y Pedro Millán, actualmente director de Diari de Terrassa y por aquel entonces jefe de Deportes del rotativo.

Tras la bienvenida inicial por parte del director territorial de BBVA en Catalunya, Xavier Llinares, los ponentes se enfrascaron en el análisis de los cambios operados en la ciudad tras los Juegos Olímpicos. "Fue un acontecimiento que cambió la ciudad y la mentalidad de los terrassenses. Íbamos todos a una, algo muy difícil en política. El hockey forma parte de nuestra consanguinidad, más que cualquier otro deporte en cualquier otra ciudad. Era un momento clave de nuestra historia y no podíamos desaprovecharlo", explicó Manuel Royes en su primera intervención.

Un salto sin red
Pere Montaña, por su parte, realizó un análisis tan breve como preciso de la Terrassa pre y post olímpica. "El primer Pla d’Ordenació se hizo en 1983 y en el 92 no estaba ni agotado ni desactualizado. Fue una gran herramienta para cambiar la ciudad como la cambianos. Mucha gente no creía que fuéramos capaces de hacer todo aquello. Pensaban que algo saldría mal. En las comidas familiares me decían que no llegaríamos a tiempo o que el puente de la avenida Jacquard se caería. Aún aguanta. Los Juegos marcan un antes y un después para una ciudad que antes era un "cul-de-sac" y ahora es una ciudad de referencia dentro del país", dijo.

Miquel Soler incidió en el terreno de las percepciones: "Antes del 92, la percepción de Terrassa era la de una ciudad invertebrada, tanto social como cultural y geográficamente. La autoestima era baja. Pasamos del gris-negro al color gracias al influjo de los Juegos".

Pedro Millán, por su parte, recordó que la organización de los Juegos permitió a Terrassa pensar en grande. "Atravesábamos por un crisis quizás mayor que la actual y los Juegos eran una gran oportunidad. No podía perderse. Para una ciudad hay trenes que pasan una sola vez y hay que cogerlos. Y ese lo cogimos. Quizás ahora, 25 años después, la ciudad necesitaría otro proyecto como ese para creer más en sí mismo y volver a sentir ese orgullo", comentó al respecto.

Viaje al pasado
Un gran audiovisual de Ginés Pino con imágenes históricas del 92 y de antes del 92 interrumpió el debate. Arranca con el icónico instante en que Samaranch lee el nombre de Barcelona en el Palais de Beaulieu de Lausana el 17 de octubre de 1986 y se cierra con la lluviosa jornada en que llegó el fuego olímpico.

Disquisiciones urbanísticas y de imbricación ciudadana al margen, se habló en la mesa redonda de lo duro que fue "derrotar" a Barcelona y al Polo para que el hockey llegara a Terrassa. Royes destacó la importancia de su amistad con Pasqual Maragall y Millán recordó que "aunque ahora se ve suavizado, fue un enfrentamiento muy duro".

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