Creo que a estas alturas de la epidemia de corruptos que asola las tierras de España ya hay motivos suficientes para demostrar un hastío general de la ciudadanía desde el Cabo de Gata hasta el de Finisterre. ¿Realmente es así, o más bien hay una ciudadanía que eso de que les roben les trae sin cuidado? De momento los votos recibidos por los partidos con causas corruptas de envergadura (PP España, PSOE Andalucía, CDC Catalunya) se cifran en 9.712.766, según las elecciones generales del 2016. A esto hay que descontar los estómagos agradecidos (cargos públicos, de confianza, asesores, enchufados, etcétera) que podemos prever en un 20%, nos quedan 7.770.213. Si aplicamos un coeficiente corrector del 15% por la consideración de que la corrupción de cada uno de ellos no es del mismo grado en la extensión del territorio nacional nos quedan 6.604.681 ciudadanos que, o bien son unos ignorantes, o posiblemente si pudieran robar también lo harían. Esperamos que la causa de su acción irresponsable de ir concediendo el poder, elección tras elección, a los mismos presuntos delincuentes de siempre sea la primera, aunque la insistencia reproductora de la intención del voto nos lleve a creer lo contrario.
A estas alturas se ha instalado el escepticismo en las mentes de los que somos conscientes del problema. Por ello creo que es casi imposible que se supere esta epidemia a corto plazo. El resultado será una degeneración de los entes institucionales que abrirán las puertas a la delincuencia organizada, si no lo han hecho ya, y nos convertiremos en otro Estado latino bajo el auspicio de las mafias. De momento los juzgados ordinarios y alguna audiencia, parte de la fiscalía anticorrupción (no sus jefes) y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se mantienen al servicio de la honradez. ¿Hasta cuándo? La iniciativa de Podemos de fletar un bus con los mensajes anticorrupción me parece muy acertada, así como la moción de censura contra el PP y que va a obligar a los demás a definirse más concretamente sobre el PP como partido estructurado para ejercer este tipo de acciones delictivas de forma organizada.
Por otro lado es urgente que desde los medios de comunicación se dedique más tiempo a este tema desde una perspectiva didáctica y de denuncia en lugar de tanta telebasura a todas horas. Los medios de comunicación deben ser censores de los corruptos y vetarlos de sus medios. No deben ser altavoces para toda esta chusma de personajillos. La sociedad civil debe marginar a esos delincuentes y ponerlos en evidencia allí donde coincida con ellos, demostrándoles su rechazo personal. No más imágenes viéndolos paseándose por cualquier lugar y los presentes sin increparlos. Debe haber un juicio moral y ético de la sociedad.
Es indignante ver a estos delincuentes campando a sus anchas con actitudes despectivas y chulescas frente a un micrófono en la vía pública, ya sean los Pujol, Bárcenas, Rato, Millet, Blesa, Fabra, González, Granados, etcétera, o cualquier otro de esos cientos de imputados que viven plácidamente esperando que pase el chaparrón para seguir viviendo como sultanes con el dinero que han robado y que no piensan devolver.
No debemos olvidar a los que les han dado cobertura o se la siguen dando. Esos políticos indecentes que envían SMS de apoyo, o los reciben en su despacho institucional, y que hacen caso omiso cuando algún decente de su partido les hace saber lo que está pasando (caso de Jesús Gómez, diputado de la asamblea de Madrid). Todos estos hechos demuestran que de la corrupción solamente se ha destapado la punta del iceberg.
Es urgente recuperar la asignatura de educación para la ciudadanía en los centros escolares de primaria y secundaria, y formar a nuestros jóvenes en verdaderos enemigos de esta plaga para que sean ellos los que con su conciencia impidan que esto se repita. La experiencia nos ha enseñado que en este proceso las generaciones mayores se centran en considerar que la estabilidad es lo único que les garantiza su pensión cada mes y esa actitud es la que está permitiendo que el bipartidismo sobreviva ante los tiempos de cambio de política que el 15-M nos enseñó en las calles de nuestras ciudades. Se debe revisar el Código Penal, es inaceptable que a los corruptos les salga tan barato el delinquir. Deben incrementarse las penas por corrupción. Se deben limpiar los órganos del poder judicial que son cómplices de los delincuentes. Modificar las leyes para que impidan que los órganos de gobierno de la judicatura sean elegidos por los partidos.