La cifra sigue siendo escalofriante, pero apunta a una desaceleración de la pobreza alimentaria. El Rebost de Terrassa, la red de entidades de distribución social de alimentos, atendió el año pasado a 11.765 personas distintas, un 9% menos que el año anterior.
La cifra de usuarios del Rebost disminuye por primera vez desde el inicio de la crisis y se sitúa en 1.141 personas menos. La razón, explican desde el banco de alimentos, responde a un descenso de la demanda de emergencia, no tanto porque el problema esté tocando a su fin, si no porque el grueso de las personas que necesitan una ayuda a la subsistencia como los lotes de comida ya están atendidas y el flujo de nuevos casos ha disminuido por primera vez.
“Podríamos decir que no estamos mejor, pero tampoco empeoramos -comenta Albert Solé, responsable del Rebost-. Vamos a un escenario de estabilización de la demanda, en el que algunos usuarios pueden encontrar empleo pero no pueden dejar la prestación porque el trabajo es precario y los sueldos, muy bajos”.
En este momento el total de beneficiarios de la entrega social de alimentos es de 17.772 personas en la ciudad de Terrassa. La cifra es mayor a la primera porque incluye la suma de todas las atenciones prestadas, también los usuarios que acuden a varias entidades sociales. Conviene tener en cuenta que a lo largo del año un 34% de las personas que necesitan apoyo alimentario, una de cada tres, son atendidas por distintas entidades sociales.
Las solicitudes de alimentos disminuyen en toda la ciudad. En un análisis por distritos, la tendencia a la baja es generalizada y especialmente acentuada en los distritos 2 y 6, los que tradicionalmente registran mayor demanda y mayor número de renovaciones.
La tímida mejora de la economía y del mercado laboral ha rescatado a algunos usuarios de la situación de pobreza severa a la que se vieron empujados durante la crisis. Son familias en las que al menos uno de sus miembros ha encontrado empleo y pueden empezar a recuperar, aunque tímidamente, su maltrecha economía.
Cronificación de la pobreza
La estadística del Rebost revela, junto a ese dato esperanzador, la realidad de una pobreza que se cronifica y tiende a convertirse en estructural. Cuatro de cada diez usuarios del centro de distribución social de alimentos ha renovado entre 5 y 10 veces la cesta. La media de revalidación de la ayuda oscila entre los 4 y los 6 meses, de manera que estos usuarios acumulan 3 años o más de recurso al Rebost.
Por franjas de edad, el 80 por ciento de los atendidos son niños menores de 14 años y personas entre 25 y 65 años. El 17% son jóvenes y sólo el 2% personas mayores de 65 años.
El perfil laboral de los usuarios también revela cómo el paro de larga duración sigue castigando a un sector de la población que en muchos casos ha agotado ya las prestaciones. Más de la mitad de los usuarios del Rebost (56%) son personas que suman un mínimo de dos años sin empleo y que no perciben prestaciones, aunque si ayudas puntuales al alquiler o los suministros. El segundo colectivo (29%) es el de los parados con prestaciones y apenas un 6% de las personas que acuden al banco de alimentos tiene empleo, aunque tan precario que no le permite subsistir.
El Rebost inició su andadura en 2011, coincidiendo con el estallido social de la crisis y desde entonces la demanda no ha dejado de crecer. “Llevamos dos años afrontando una presión muy importante”, comenta Albert Solé. La estadística de 2016 apunta a una cierta estabilidad y el técnico de Creu Roja, responsable de la gestión del Rebost, cree que “es el momento de plentearnos alternativas al modelo de la ayuda a la subsistencia”. La implantación a partir de junio de la tarjeta monedero, pensada para usuarios y familias en situación de pobreza puntual y cumpliendo requisitos de control, es un paso en esa dirección.