Gela vivía en la cuerda floja de la clandestinidad como miembro de una mafia georgiana. Siempre echando reojos, en vilo, a las órdenes del jefe. Al menos, esa participación en una red criminal atribuyen los tribunales a uno de los dos georgianos asesinados en enero del 2016 en Roc Blanc. A Gela y a otro compatriota los mataron a tiros en un piso de la calle de Nàpols. A tiros en la cabeza. Seis años antes, Gela había sido implicado en la preparación del asesinato de un miembro de una facción rival en Francia.
El 14 de marzo del 2016, ni dos meses después de su muerte, empezó el juicio en la Audiencia Nacional a una veintena de personas acusadas de integrar una banda mafiosa ruso-georgiana. Gela debía estar allí, sentado en el banquillo, junto a veinte individuos más que se enfrentaban a una sarta de delitos: unos estaban acusados de asesinato, otros de blanqueo de capitales, otros de tenencia ilícita de armas, de estafa, de falsificación de tarjetas. Para Gela, el fiscal reclamaba más de once años de prisión.
Su supuesta responsabilidad penal había quedado extinguida unas semanas antes, aquella gélida tarde del 4 de enero, lunes, cuando un pistolero descargó su arma y lo abatió. A él y a otro hombre. Un ajuste de cuentas, sugirieron fuentes próximas a la investigación. En la vivienda de la calle de Nàpols había cinco individuos: las dos víctimas y tres sujetos más, uno de ellos el morador de la vivienda, todos originarios de la república exsoviética de Georgia.
Un ruido extraño
El edificio tiene un local en los bajos y dos plantas superiores. En el primer piso vivía una pareja georgiana con su hija, de unos 7 años. Aquel 4 de enero, una vecina de otro piso escuchó un extraño ruido, algo semejante a una estampida. Eran las seis de la tarde. Los chillidos se entreveraban con disparos. Eso parecía. La testigo vio a tres hombres correr por un patio interior.
Los Mossos d’Esquadra recibieron el aviso del incidente a las 5.57 de la tarde. Llegaron dotaciones policiales. Unos agentes franquearon la puerta blanca de aluminio del bloque y subieron hasta el primer piso. Derribaron la puerta. Así que entraron, vieron dos cuerpos ensangrentados. Arribaron más unidades de policía. Un tiroteo, hay dos muertos. La noticia empezó a correr y los vecinos recordaron que en el mismo piso habían irrumpido agentes del Cuerpo Nacional de Policía unos meses antes, a mediados del 2015, en el marco de una redada efectuada en varias localidades.
¿Dónde estaban los tres hombres que habían huido por un patio interior, hacia un descampado pleno de zarzas que linda con Viladecavalls, cuando se desató la lluvia de disparos? ¿Y la mujer y la hija del anfitrión? La esposa y la niña no se encontraban allí, ni siquiera en Terrassa: pasaban las navidades en Georgia. Y los tres huidos pronto fueron localizados porque regresaron al escenario del crimen y unos agentes los identificaron y trasladaron a la comisaría de los mossos. En dependencias policiales los separaron, uno en una sala, otra en otra, el tercero en una tercera estancia.
Testigos
Eran testigos de un doble crimen, pero horas más tarde estaban detenidos por su presunta implicación en los hechos; los investigadores detectaron contradicciones en los relatos y otras incongruencias. Y uno de ellos, precisamente el inquilino de la vivienda, acabó en prisión después de comparecer ante el juez de instrucción del caso, el viernes 8 de enero. Los mossos sospechaban que ese imputado había actuado presuntamente de colaborador en el doble crimen, perpetrado por otro tipo (el sexto hombre) al que alguien allanó la entrada en el piso.
También fue en enero, pero seis años antes, cuando Gela, uno de los asesinados en el barrio de Roc Blanc, participó en la conspiración para dar muerte a un individuo en Niza, según se desprende de la sentencia de la Audiencia Nacional reproducida en parte por la resolución del Tribunal Supremo que confirma las penas para varios de los presuntos miembros de esta red.
Las resoluciones narran que el fallecido en Terrassa era uno de los miembros de la banda que estaban afincados en España "y que actuaban obedeciendo siempre las órdenes" del jefe, el principal acusado en ese proceso. Y refieren las sentencias que ese sospechoso apareció, "muerto de un tiro en la cabeza", al igual que otro hombre, "el 4 de enero del 2016 en un piso de la localidad de Terrassa".
La banda había echado raíces en Catalunya y el Levante en el 2008. El capo de la organización en España, el "ladrón en ley", el "vor v zakone" en ruso, y su hermano decidieron matar a otro individuo residente en Niza "por tratarse de un miembro de una facción rival", contó la Audiencia Nacional. Le consideraban un traidor y estaban enfrentados a él por causa de un dinero de la caja común a la que iba a parar la recaudación obtenida en actos delictivos.
"Preparar la acción"
El 8 de enero del 2010 llegaron a Barcelona dos sicarios procedentes de Grecia. Se hospedaron en un hotel de la Ciudad Condal y el jefe se reunió con ellos varias veces, informándoles del paradero de la víctima elegida. Les organizó el viaje a Francia. En las reuniones estuvo presente también Gela, quien se desplazó en coche al país galo el 13 de enero "para preparar la acción", según los tribunales. Una acción que no terminó como la banda había planeado.
Los dos pistoleros viajaron a Niza con un tercer individuo que conducía el coche. Al llegar a Montpellier, el automóvil paró en un área de servicio, "donde les esperaba otro vehículo con matrícula francesa", dice la sentencia.
El primer coche volvió a Barcelona y los pistoleros siguieron el camino en el segundo turismo, con dos personas más. En Castagniers, a poca distancia de Niza, entraron en un hotel.
Allí los cazó la policía francesa, que sabía al dedillo sus pasos; conocía hasta el sitio en el que se iban a hospedar porque de todo ello le habían informado puntualmente los investigadores españoles que vigilaban a la trama. La víctima se libró del crimen en aquellas fechas, pero sus días acabaron poco después. Dos meses y poco después. El 18 de marzo del 2010, a las diez de la noche, cayó abatido en un tiroteo que se desató en Marsella. El 4 de enero del 2016, en un piso de Roc Blanc, siguió el mismo camino de sangre y plomo uno de los individuos que presuntamente habían planificado su eliminación.