Opinió

Alza

El sector inmobiliario ha observado a lo largo de 2016 un salto cualitativamente importante, el mayor desde que en 2008 estallase la burbuja inmobiliaria. En Terrassa han aumentado las ventas de vivienda en más de un 30 por ciento con respecto al año 2015, en el que también crecieron las transacciones. Se trata de buenas noticias por cuanto se observa una recuperación del mercado y una cierta relajación de los bancos a la hora de conceder hipotecas. Las últimas sentencias europeas están asentando el mercado hipotecario y dificultando el acceso generalizado a los préstamos bancarios.

Un ascenso del 30 por ciento es enormemente significativo, alcanzando las 2.427 transacciones, a 1.400 más de las que se llevaron a cabo en 2007, antes de la llegada de la crisis. La disección de las cifras de 2016 hablan de que el mercado todavía está depurando el exceso de oferta que se alcanzó en años anteriores. Recordemos que se hablaba de una elevadísima cifra de pisos nuevos y vacíos en la ciudad. En ese sentido, hay que tener en cuenta que el 91 por ciento de las transacciones del año pasado fueron de viviendas de segunda mano. El ministerio de fomento entiende que los pisos de segunda mano son, al menos, los que llevan dos años construidos con licencia de primera ocupación. Podría entenderse que buena parte de esos pisos vendidos como de segunda mano corresponden a pisos no estrenados desde su construcción, pertenecientes en su mayoría a entidades financieras que se desprenden así de las consecuencias de la crisis económica y que encuentran compradores amparados en los bajos intereses.

No existen datos en Terrassa sobre el perfil del comprador, pero no diferirá mucho de las estadísticas a nivel estatal, que hablan de familias de clase media, en su mayoría con los dos cónyuges empleados y que buscan en un mercado con precios medios estancados en torno a los 150 mil euros una oportunidad de mejora.

Esta realidad deja absolutamente fuera del mercado al comprador joven, del todo imposibilitado de acceder a una vivienda de propiedad, aún teniendo empleo. Es esa una de las grandes consecuencias de la crisis. Ese perfil busca refugio en un mercado de alquiler en el que también hay dificultades puesto que el aumento de la demanda ha revolucionado los precios y está provocando que en ciudades como Barcelona se ideen medidas de contención que no obligue a los jóvenes a buscar casa en otras ciudades.

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