El padre Román, el único acusado de abusos sexuales a un menor en el conocido como caso Romanones, negó ayer unes cualquier tipo de relación o abuso sexual con el denunciante o que con sus compañeros mantuviera comportamientos homosexuales, y aseguró que todo se engloba en el “amor cristiano”.
Lo hizo durante la primera sesión del juicio que se celebrará hasta el próximo día 21 en la Sección Segunda de la Audiencia de Granada, y mantuvo, como hizo durante la declaración indagatoria, que su comportamiento respondía a un proceder de “amor cristiano” en el que, ha asegurado, no hubo conductas sexuales.
En las cuestiones previas, la defensa del padre Román solicitó el archivo del expediente canónigo incluido en una causa separada al considerar que vulnera derechos fundamentales y el de defensa, petición que no acceptó la Sección Segunda, que dijo que podrá pronunciarse en la sentencia.
También descartó el presidente de la Sala incluir como prueba documental una carta remitida por la Santa Sede este mes en la que se pedía que se garantizara la presunción de inocencia del párroco, ya que, según el tribunal, está garantizada.
El acusado, para el que la Fiscalía ha solicitado inicialmente nueve años de prisión por abuso sexual a un menor, aseguró que “asesoró” al denunciante en diferentes momentos y negó cualquier comportamiento sexual o que compartiera cama con él: “No me entra en la cabeza dormir con otra persona”.
“No he dado besos en la boca en mi vida ni los he recibido”, dijo el único acusado en la causa, que ha recordado que se distanció del denunciante porque llevaba “una doble vida” y que él mantuvo una relación de consejo con la que fue novia del entonces menor, que le contó que la acosaba.
El acusado rememoró que descubrió que el denunciante tenía novia y que ella le explicó que la acosaba, describió una “acalorada” discusión entre ambos y apuntó que la supuesta víctima controlaba a la chica, tenía las claves de su correo y que la tachó de “zorra”.
El padre Román negó además que los sacerdotes que convivían mantuvieran relaciones homosexuales “de ningún tipo” y defendió que la carta al denunciante que firmó con un “te quiero mucho” se enmarcaba en el contexto “cristiano” de la palabra amor.
También dijo que cuando el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, le comunicó que había sido denunciado, supo que era la presunta víctima y preparó un dossier sobre él porque le habían alertado previamente de que pretendía hacerlo, y que contaba con el apoyo de otros jóvenes que pasaban su tiempo con el conocido como “clan de los romanones”.
A preguntas del abogado defensor, el padre Román aseguró que “nunca, en absoluto”, abusó del denunciante, le masturbó o pidió que le masturbara o le penetró -“lo último que se me ocurriría”, dijo- y también negó que se desnudara ante el joven o se ducharan juntos porque tiene “pudor como sacerdote”.
Mantuvo la misma respuesta negativa ante posibles abusos a otros jóvenes, negó que haya visto pornografía, defendió que tiene una vida “totalmente íntegra” y dijo que no está operado de fimosis ni tiene marcas en zonas íntimas, como describe la denuncia.
“Como sacerdotes nos llaman padre, es una paternidad espiritual, un amor fraternal”, apuntó Román, que también negó que los sacerdotes
que convivían en la casa parroquial y una vivienda de Pinillos se ducharan juntos.
El juicio continua hoy con la declaración como testigos de los inicialmente investigados en la causa y que dejaron de estarlo al considerar que los delitos habían prescrito.
El caso se abrió después de que un joven que ahora tiene unos 25 años pusiera los hechos, ocurridos supuestamente cuando contaba entre 14 y 17, en conocimiento de la Fiscalía andaluza en octubre de 2014, y sobre los que llegó a pronunciarse el papa Francisco.
En este proceso judicial llegó a haber hasta doce imputados, diez curas y dos laicos, aunque la Audiencia decidió de manera definitiva declarar prescritos los delitos atribuidos a once de ellos.