De las tres veces que Didier Lockwood ha visitado Terrassa, ésta ha sido probablemente la más rica, libre e interesante demostración de un virtuosismo sin parangón y de una creatividad desbordante. Su última aparición sobre el escenario de la Nova Jazz Cava fue en el marco del Festival de Jazz de 2009, con un repertorio homenaje a Stéphane Grappelli que, aún siendo característico e interesante, dejaba menos espacio para la sorpresa. Esta vez la tormenta se desató en todo su esplendor, y también la quietud, el lirismo y la sutileza; de todo hubo en un concierto intensísimo, largo, vibrante, con un Lockwood esplendoroso y con actitudes de estrella de rock. Si Jimi Hendrix hubiera tocado el violín, probablemente lo habría hecho con la actitud del francés.
El concierto comenzó con el listón muy alto, con una pieza vibrante y, oh sorpresa, nueva… ¿Cómo era posible que una composición de nueva factura sonara tan sólida, con esa pátina de añejo y a la vez tan viva? Ese inicio desconcertante iba a ser la tónica del concierto: Lockwood siguiendo a otro grande, el pianista Antonio Farao, en una pieza que confesó que tocaba por primera vez… Solo la genialidad, el oficio, y por supuesto el "feeling" entre ambos músicos podían hacer posible ese milagro.
Niños de Siria
Aquella pieza la escribió Farao recordando a los niños de Siria, y formó parte de algunos de los momentos más inolvidables del concierto, los de los dúos entre violín y piano. Puede que hubiera quienes se quedaran embriagados por los momentos más fogosos, por el violín impregnado de efectos (más guitarrísticos que otra cosa), o por los loops que Lockwood desarrolló en solitario durante al menos veinte minutos con su violín eléctrico… Pero el valor de algunas de esas hermosas improvisaciones, sin más artificios, de dos músicos que hablan el mismo lenguaje y responden al unísono al control de los volúmenes, de los silencios y de la emotividad, fueron de lo más profundo que se ha escuchado en la Nova Jazz Cava en mucho tiempo.
Farao, ya sea atrapado por el arrojo post-bop o por la sensibilidad que desprende una música propia de inefable belleza, se ha convertido en un firme candidato para regresar a este escenario, a poder ser con proyecto propio.
Tampoco estaría mal que se dejaran caer más a menudo los dos músicos que completaron la base rítmica, intérpretes con dotes incalculables para el acompañamiento y que muy visiblemente se lo pasaron en grande sembrando un colchón rítmico inigualable a una música sideral.