La originalidad es la condición más clara y palpable del espectáculo circense que el sábado se pudo ver en el Centre Cultural, de la mano de la compañía Animal Religion y de su particular visión de las recónditas profundidades del océano (entre otras evocaciones.)
Una soprano (Nuria Dardinya), un pianista (Roc Sala) y un elenco de ocho acróbatas-músicos comparten en este espectáculo talento y descaro, se sumergen en situaciones nunca predecibles y dan rienda suelta a una elástica irreverencia, echando mano de talentos individuales que en conjunto se convierten en piezas de un indisoluble mundo de onírica naturaleza.
Lo suyo es una sana provocación: acrobacias sobre y mientras la soprano interpreta el "Mild und Liese" de "Tristan und Isolda", una de las músicas más bellas del mundo, o un claqué desordenado que busca encumbrar, de nuevo, lo inesperado. Los acróbatas músicos se deslizan por la escena ya sea con sus instrumentos en mano (vientos, guitarra o percusiones), o cantando (memorable la escena de las voces a cappella, con unas deliciosas armonías vocales desarrolladas en torno a un micro colgante), o encima de tacones imposibles, o desarrollando eufóricos saltos acrobáticos, siguiendo un hilo escénico aparentemente desordenado que se saca de encima una y otra vez cualquier "déjà vu."
Escenas sin respiro
En ese marasmo de escenas desarrolladas sin respiro en apenas una hora, a cada cual más sorpresiva, van apareciendo de vez en cuando los elementos que le otorgan alguna, aunque no mucha, espectacularidad a los ejercicios circenses: la cuerda lisa, la percha china o incluso un aparato que recuerda los palos voladores mexicanos (y al que en este caso no se le saca todo el partido posible.)
No es "Sifonòfor" un montaje de fuegos artificiales en lo que al territorio circense se refiere, no busquen ni "ooohhs" no "aichh" ni casis frecuentes… Lo que sí encontrarán será un espectáculo muy musical, en el que la electrónica tiene casi el mismo peso que la clásica (e incluso a veces se funden), un espectáculo de un humor constante, de cierta rudeza y a veces incluso de una áspera poética, que requiere del espectador apertura de miras, y sobre todo, alegría; las ganas de invocar la felicidad, aunque solo sea por un rato, son casi una premisa indispensable para dejarse llevar por las aguas de "Sifonòfor.".