Vaya por delante que el juicio que se inició ayer y que ha sentado en el banquillo de los acusados a Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau empezó en contra del criterio del cuerpo de fiscales catalanes y no olvidemos que se está llevando a cabo gracias al impulso de un fiscal general que a los pocos meses tuvo que dimitir y que muy probablemente no estaba de acuerdo con el inicio de las acciones.
Dicho lo cual, en cualquier caso, el juicio ya está aquí y al margen de cualquier otra consideración y de cuál pueda ser su resultado final, estamos ante una situación a la que no se debería haber llegado. Este juicio es un error en si mismo y viene a confirmar que un problema político sólo debe solucionarse desde la política y que la utilización de los estamentos del Estado puede convertirse en una opción peligrosa. Se trata de un paso más, de consecuencias imprevisibles, hacia el callejón sin salida. Si lo que se pretendía con este procedimiento judicial era disuadir a alguien de continuar adelante con el “procés”, el fracaso es evidente pues no sólo lo impulsa, sino que da rango a una consulta, sin relevancia jurídica alguna, sin más valor que la movilización, que, por cierto, no fue poco si tenemos en cuenta que se vieron concernidas más de dos millones de personas.
Ayer hubo quien decía que este juicio es el primer paso hacia el desenlace del proceso. La cuestión es cómo será ese desenlace y qué consecuencias tendrá. Por el momento, la movilización de ayer demuestra que el juicio del 9-N ha revitalizado de alguna manera el respaldo popular al “procés” y habrá que ver qué efectos tiene la resolución de los magistrados. Una declaración de culpabilidad alentará todavía más el anhelo independentista y una resolución absolutoria debilitará la vía judicial que ya tan poco rédito está ofreciendo al gobierno de mariano Rajoy. No pedamos de vista que la absolución puede darse puesto que la figura jurídica de la desobediencia va algo más allá de la desobediencia misma, es decir, se tienen que dar una serie de circunstancias para que se cumpla el tipo.
No obstante, es más que probable que el resultado final sea lo de menos, puesto que este juicio forma parte de ese camino inexorable que se tiene que andar y que culminará en la convocatoria del referéndum y en cómo el Gobierno de Rajoy decidirá que debe hacer frente al último desafío.