Terrassa

El drama de los refugiados llega a la escuela

“Nuestra vida en Siria, en la ciudad de Kobani, era perfecta. Mi familia y yo teníamos de todo, trabajo, estudios, amigos, hasta que llegó la guerra y tuvimos que huir. Hace más de cuatro años que salí de mi país y después de recorrer media Europa en busca de asilo, llegué a Catalunya. Estoy solo. Apenas tengo contacto con mi familia. Espero que vosotros nunca paséis por lo que hemos vivido”.

Alí, un joven sirio de 26 años, comenzó así su relato sobre el drama de los refugiados por la guerra de Siria del que es uno de los protagonistas. Su testimonio, junto con el de Farouk, otro joven sirio de 19 años, llegó ayer a los alumnos de 3º y 4º de ESO de la Escola Ramon Pont en la biblioteca municipal de Ca N’ Anglada. El acto, organizado con motivo de la celebración del Día de la No Violencia y la Paz, contó asimismo con Omar y Esmeralda, un matrimonio de El Salvador que, junto con sus dos hijos, abandonaron su país a raíz del clima de violencia que existe y en busca de la seguridad para los pequeños.

La experiencia, sobrecogedora, de los jóvenes Alí y Farouk, y del matrimonio Omar y Esmeralda, sumió a chicos y chicas en un profundo silencio. Alí contó que emprendió la huida solo y que cruzó como muchos una frontera tras otra como pudo y escapando siempre de los controles. “Pasé a Jordania, Egipto, Libia, Argelia, Marruecos, España, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Alemania , Holanda, Alemania y España”.

Miles d e kilómetros buscando un lugar donde quedarse y rehacer su vida. ” Ha sido muy duro. Es un verdadero drama humano en todos los sentidos. Hace años que no veo a mi familia, mi madre y mis siete hermanos, pero regresar allí es imposible. Un niño en Siria conoce todas las armas que hay también y también las balas. Es muy triste perder familiares, amigos, dejar tu tierra, tu hogar… Pero después de un largo sufrimiento me siento un poco feliz. Estoy contento y me gustaría recuperar mi trabajo de soldador que tenía en Siria”.

De Alemania a España
El testimonio de Farouk fue también conmovedor aunque él se consideró un poco más afortunado que Alí porque emprendió el éxodo con su familia. Farouk, sus padres y sus dos hermanos, salieron de Siria para llegar a Argelia con la idea de instalarse pero, al final, decidieron trasladarse a Marruecos, pasaron por España y hasta Alemania. Parecía que los vientos soplaban un poco a favor tras mucho tiempo de incertidumbre pero se volvieron de nuevo en contra. “Un día de madrugada apareció la policía, cuatro furgonetas de policía, y nos informaron que teníamos que dejar el país y nos enviaron a España que era el país en el que habíamos estado antes. Mis dos hermanos se quedaron en Alemania y siguen allí”. Alí y Farouk, este con sus padres, viven en Manresa bajo el paraguas de la asociación Dianova -ayer les acompañaron- , la cual les ha proporcionado comida y alojamiento en un centro de acogida. Ambos explicaron que en la capital del Bages asisten también a clases de catalán y castellano y que intentan rehacer su vida a la espera de conseguir la residencia, un trámite que está siendo “difícil” y asfixiante”. Alí quisiera rehacer su vida aquí y recuperar su trabajo de soldador mientras que Farouk quiere llegar a la universidad y estudiar una carrera de Ciencias.

El Salvador, conflictivo
A su historia personal dramática se sumó la del matrimonio formado por Oscar y Esmeralda, padres de dos hijos, que abandonaron su país, El Salvador. Oscar explicó que su decisión vino motivada por el grado de conflictividad que vive El Salvador, donde los jóvenes son reclutados por grupos violentos.

“No teníamos previsto salir de allí porque nos iba bien. Teníamos trabajo -yo soy ingeniero de sistemas y trabajaba como gerente en un restaurante- y una vida feliz pero nuestros hijos no estaban seguros. O estás con unos o con otros. Funcionan unos grupos que captan a los jóvenes para controlar territorios. Todo empieza como un juego, para acabar robando, matando. Nuestros hijos salían cada día para ir a la escuela pero nunca sabías si regresarían”. Omar y Esmeralda, también con la ayuda de la asociación Dianova, realizaron el viaje rumbo a Barcelona y desde allí a Vic, donde residen hace unos cinco meses. También asisten a cursos de catalán porque “aprender la lengua del país de acogida da más oportunidades de comunicación y de integración en la comunidad”. defiende Omar.

Ambos desean labrarse un futuro aquí aunque el exilio forzoso pesa aún como una losa. “Nuestro país tiene un nivel de vida mucho más asequible. Allí una fruta vale 0,20 céntimos y aquí te puede costar cuatro veces más pero había que alejar a nuestros hijos de la violencia. Allí salen cada día a la calle unos tres mil jóvenes y de estos puede que sólo cuatrocientos lleguen a la escuela”, rememoró el padre.

Tras los testimonios se abrió un turno de preguntas en el que los alumnos del Ramon Pont se interesaron por la comunicación con la familia que vive lejos, por su adaptación al nuevo país y entorno social y cultural, por sus inquietudes en el futuro. No hubo mucho tiempo para el intercambio de impresiones porque la agenda escolar apremia y quedaron muchas preguntas por responder. Pero, los chavales se sintieron privilegiados de compartir un relato en primera persona de personas obligadas a salir de su país por la guerra, por la violencia, por “la intolerancia”, como sintetizó Omar.

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