Se trata de producir más sin gastar más energía ni recursos a través de la cooperación. Éste es el objetivo último que persigue la simbiosis industrial: empresas que aprovechan subproductos o residuos de otras empresas para abastecerse. Es un modo efectivo de "cerrar el ciclo de materia" y, por lo tanto, obtener un nivel cero de residuos. Pero ésta es sólo la punta del iceberg de la llamada ecología industrial, que impulsa la creación de zonas de desarrollo ecoindustrial y de parques ecoindustriales y es una buena herramienta para la planificación de nuevos polígonos industriales y para la transformación de otros, y un elemento clave de la economía circular.
"Es realmente una herramienta para mejorar la capacidad competitiva y mejorar el uso eficiente de los recursos, así como una importante oportunidad de innovación, optimización de recursos y residuos y del impacto en el medio ambiente", aseguró ayer en la Cambra de Terrassa Mireia Cañellas, del departamento de Política Ambiental de la Generalitat. La cámara local acogió ayer una jornada titulada "La Simbiosi Industrial per facilitar l’estalvi de recursos i l’eficiència energètica en els polígons d’activitat económica", que presentó Miquel Sàmper, teniente de alcalde de Promoció Econòmica, y Meritxell Valero, vicepresidenta de la comisión de industria de la Cambra. El acto incluyó ponencias sobre la política industrial en Catalunya; la simbiosis industrial como estrategia de competitividad; retos y oportunidades de la simbiosis en el entorno de la energía y los residuos; estrategia de impulso de la economía circular en el Vallès, y casos prácticos en empresas.
Fuente de oportunidades
Aunque es fuente de oportunidades, pasar de una economía líneal a otra circular, basada en la cooperación, y en la simbiosis industrial, no es fácil. Según explicó Carlos Rodríguez, director de la Unió de Polígons Industrials de Catalunya, entre los obstáculos a salvar se encuentra el bajo nivel de asociacionismo en los polígonos industriales en Catalunya, y la falta de información entre las empresas de este nuevo modelo de funcionamiento. "Tenemos en Catalunya 1.900 áreas industriales y doscientas asociaciones empresariales, que de media tienen una afiliación de entre el 25% y el 30% de las empresas de sus zonas. La realidad es que la colaboración es baja", aseguró. Ademas, insistió, "falta de conocimiento sobre qué es la economía circular. Los empresarios no tienen demasiado claro en qué les puede afectar, en cómo les puede ayudar en su proceso industrial y sobre todo en materia de residuos", añadió. En ese sentido, señaló Santi Macià, de la Diputació, "las empresas son individualistas, les cuesta mucho iniciar una colaboración. No tienen claro el cambio de paradigma que se está produciendo de una economía lineal a otra circular".
Verónica Kuchinow, directora de Simbiosy, abundó en este aspecto. "Los proyectos de aprovechamiento de recursos no pueden llevarlos a cabo empresas solas, tienen que enmarcarse en un ecosistema industrial". Por eso, es necesario, añadió, "crear un entorno adecuado para hacer posible el intercambio entre empresas, para lo que se necesita la figura del dinamizador para que las cosas acaben pasando". Pero el nuevo paradigma trae consigo beneficios importantes, como una transición energética a energía limpias, la generación de nuevos productos de alto valor añadido y apertura de nuevos mercados. Carlos Rodríguez expuso algunos ejemplos, como el que se lleva a cabo en el distrito @22 en Barcelona, donde los residuos urbanos se utilizan para generar energía calorífica (eléctrica y térmica) para varias empresas.